Cercedilla me vio corretear en la casa blanca al lado de la tuya; una pequeña que se llamaba —y aún hoy se llama—, Villa Rocío justo enfrente de Las Irlandesas. Recuerdo cómo me cogías en brazos porque era una pequeña rubita que apenas hablaba. Jugabas con tus hermanos, subías y bajabas a los Siete Picos porque en aquel entonces, lo más que hacíamos los niños era montar en bicicleta, descubrir Las Dehesas y con un bocadillo subir con las zapatillas Victoria de colores de turno a Navacerrada de excursión.

Ora en La Fuenfría, ora La Maliciosa, ora el Montón de Trigo, porque en la belleza de la Sierra de Madrid, tú encontraste tu pasión, y tu familia encontró su lugar. Y ha sido ahí, en la sombra de La Peñota en donde has encontrado el consuelo, la partida y el final. No importa si la vida no te dio la respuesta, lo cierto es que ahora Paquito y tú estáis haciendo el mejor slalom posible, porque tanto Fernández Ochoa junto no se puede aguantar.

Paquito Fernández Ochoa con Blanca en Cercedilla.

En esos septiembres, cuando anochecía, recuerdo que se atisbaba el otoño y la chaqueta siempre estaba preparada con la merienda, porque en Cercedilla hay un clima único que despierta las ganas de subir a la cumbre y ver la nieve cuando los primeros copos llegan a la Comunidad de Madrid. Ahí aprendiste tú, y como otros tantos niños que subían a la nieve, hiciste tu mejor trabajo.

Has pasado a la historia del deporte español, y no muchas mujeres pueden decir lo mismo, porque en esas cuatro citas olímpicas, Lake Placid (1980), Sarajevo (1984), Calgary (1988) y Albertville (1992), sobre todo en esta última, llegaste a obtener una medalla olímpica en los Juegos de Invierno, una medalla para España; para tu Cercedilla, para ti.

Y hoy, en un 4 de septiembre del año 22 a los tres años de tu muerte nos encontramos sin ti en La Peñota, ese mágico lugar que te vio crecer, ese que hizo que llegara el otoño de tu vida te acogiera para siempre. 

Solo podemos traer a nuestra memoria tu sonrisa, tu savoir faire y la cálida mirada de la sencillez y la humildad a pesar de tu palmarés. Ese que hoy, nos hace recordar que la grandeza de las personas no está en lo que dicen, ni siquiera en lo que hacen, está verdaderamente en aquello por lo que son recordadas.

Indefectiblemente, cuando mire a los enormes pinos de Cercedilla te recordaré, y recordaré como siempre recuerdo aquella, nuestra infancia, cuando todos soñábamos en algo que hoy no reconocemos como propio porque entonces creíamos que la vida era una cosa y resulta que no, que es dura y contradictoria, como decía mi querido padre, que también descansa en paz.

Que la tierra te sea leve, querida Blanca. Gracias por tu legado; gracias por tu mirada de inocencia y paz; gracias por dejarnos a tus niños que hoy llevan a gala que son hijos de una mujer que lo fue todo en el deporte español; gracias por ser la persona que fuiste; cuida a Xana, subió contigo está esperando a que la enseñes a esquiar.

Hace un año que te fuiste.

Descansa en paz.

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