Sara Moreno es psicóloga experta en temas de envejecimiento, vejez y personas mayores. Profesora universitaria, investigadora y psicóloga clínica familiar, desarrolla su actividad en su país natal, México. Le apasiona la ética del cuidado y el activismo por los derechos sociales, y además colabora en proyectos de voluntariado con personas mayores.

Prensa Social: A pesar de los evidentes beneficios que su profesión mejora en la salud de las personas, acudir a un psicólogo todavía no es algo tan común. Tanto por el estigma como por lo escaso de los recursos públicos, que supone una terapia como la que ejercen. ¿De qué forma podríamos cambiar esta situación?

Sara Moreno: Lo primero es tomar conciencia de la importancia de la salud mental, el reconocer la fragilidad psíquica como real. Pasa que hemos asociado la fragilidad como debilidad, y para muchas generaciones la debilidad no era una opción era necesario permanecer fuertes frente a las adversidades (que además hemos pasado por periodos históricos muy difíciles y demandantes), así que eras fuerte o morías, pero la gente de verdad podía estar experimentando miedos, angustias por la propia persona o familiares a los que tenía de proteger, los asuntos de cuidados siempre llevan a ser o por lo menos aparentar se más fuertes de lo que se puede. Cada vez nos hemos más concientes de nuestros límites y hemos sentido con mayor libertad la posibilidad de expresear ese malestar que no es físico, que no se sabe dónde colocar, y eso no solo no es debilidad sino que nos vuelve más responsables de nuestra propia persona y también de no recargar eso en alguien más.  El autocuidado implica fortaleza.  

P.S.: Otro prejuicio importante es el social, se tenido la creencia que solo quienes tuvieran posiblidad de pagarse un tratamiento de salud mental son quienes tiene permitido sufrirlo, y eso no solo es injusto desde el punto de vista de la jusiticia social sino también desde el poco reconocimiento a la salud mental y quienes ejercemos de profesionales en ese campo, cuántas veces no hemos escuchado eso de «mejor se lo cuento a mi amiga y no me cobra” o «me pongo una borrachera para llorar y me ahorro lo del psicólogo» o peor aún  pensar que «como no tengo para pagar no tengo derecho a sentirme mal”.  

S.M.: Necesitamos entender que no solo es un asunto de autocuidado sino también de salud pública. 

P.S.: ¿Cuáles son los principales desafíos referidos a la salud mental a los que se enfrentan las personas mayores en México?

S.M.: De los mayores, y que no creo que sea solo el caso de México, son la depresión, ansiedad, abandono y aislamiento. Y en gran medida esto tiene que ver con las condiciones socioeconómicas, las estadísticas nacionales muestran que las principales preocupaciones de las personas mayores son la salud y los ingresos económicos, claro es que si no tienes lo necesario comienzas a sufrir desde antes de llegar a mayor, comienzas a temer sobre la situación que te espera, así que ese ya es un tipo de sufrimiento psíquico. 

A esto se le suman el abandono y aislamiento, que algunos profesionales llamamos casos sociales, porque lo que vemos es el reflejo del tejido social que no está funcionando.  Cuando vemos a una persona mayor abandonada, nos preguntamos primero por la familia, luego por la comunidad ¿será que los vecinos no se dan cuenta? ¿alguien ha avisado a las autoridades?  

P.S.: ¿Es verdad que México, se caracteriza por la solidaridad, la calidez, pero estas cualidades no alcanzan cuando se trata de cuidados continuados? En un terremoto sale la gente a ayudar y coopera con lo que tiene, pero sería imposible —y terrible, claro— poder sostener la ayuda por una semana completa o un mes, etcétera.

S.M.: Las personas mayores en situación de abandono y que además se encuentran con una o varias enfermedades requieren más que la solidaridad ocasional. 

Otro aspecto importante es la creencia que hay ciertos malestares psíquicos (como la depresión) o enfermedades (como las demencias) que son normales entre la gente mayor, entonces como se asume que son normales no se atienden, ni siquiera se diagnostican correctamente, así que las personas ya de por si en una situación vulnerable por el malestar o la enfermedad son tamibién aisladas como «ya no entienden», «no escuchan bien», «habla pero no se le entiende lo que dice”, «solo se te queda mirando”, pero claro es que “es normal a su edad», «antes di que ha aguantado”, no se hace un esfuerzo real en disminuir el sufrimiento psíquico, eso no sale en los análisis de laboratorio, ni en las radiografías. Las propias personas mayores caen en la cuenta que así tiene que ser y que se lo tienen que aguantar, que al fin son tan “sabias” y tan “experimentadas» que han aguantado eso y más en su vida. 

Aun cuando en ocasiones no se puede desaparecer ese sufrimiento, por lo menos se puede acompañar. 

P.S.: ¿Cuáles son las estrategias más efectivas para mejorar la calidad de vida de las personas en la vejez?

S.M.:  La primera la toma de conciencia de la propia persona, en todo momento ( y a cualuqier edad), hacernos cargo de nuestro cuidado y dejar la autonegligencia a un lado. Las encomiendas de la Organización Mundial de la Salud para un envejecimiento activo y saludable, se parece a lo que decía Marco Tulio Cicerón por el año 500, es decir estas “recomendaciones” ya llevan mucho tiempo por ahí.

Es necesario ser conscientes de nuestros gustos, placeres y cuidados, no se trata de dejar de hacer lo que se quiere, sino no embeberse de todo en un momento, sino disfrutar del momento con lo que se tiene y con lo que venga. 

También es necesario hacernos conscientes de que solo el 25% es genética, lo demás tiene que ver con nuestros hábitos, costumbres, ocupaciones. Si fuésemos más concientes de eso, bien podríamos exigir mejores condiciones de trabajo, eso a lo que vamos a dedicar unos 40-50 años, que va relacionarse con las enfermedades que vamos o no a tener o futuras complicaciones, quizá pensaríamos más y mejor en cómo llevamos la vida laboral. 

Desde el asunto de políticas públicas y sistemas económicos tienen que preverse también mejores desde el trabajo (y sus precariedades) hasta la cobertura no solo de derechos humanos sino también de prestaciones y servicios sociales. Las pensiones contributivas han sido algo importante, pero no alcanzan a cubrir todos las necesidades que se tienen.  

La salud debe de incluir en el caso de mayores la salud mental y también la salud sexual, mal llamada reproductiva porque como la gente mayor no se “reproduce” (aunque hay varios padres y también casos de madres gestantes después de los 60), pues no se les incluye, o incluso se quedan fuera tratamientos curativos o  paliativos adecuados por motivo de edad. 

La calidad de vida de las personas es un trabajo conjunto e intersectorial, la persona tiene que hacer lo propio, pero el estado también tiene obligaciones que cumplir. 

P.S.: Como sabe usted, llegamos a la llamada Tercera Edad sin haber hecho los deberes, cómo cree usted que si tuviésemos formación y conciencia de los cambios que se producen, mejoraría la situación.

 S.M.: Sí, claro que sí.  Antes hablaba yo de ser conscientes de nuestras limitaciones, ahora es hacer conciencia de nuestros alcances ¿hasta dónde repercute todo lo que estoy haciendo el día de hoy?  

Envejecer da mucho miedo, sobre todo por las condiciones en las que se llega, físicas, sociales, económicas; y  es verdad que las políticas públicas y sistemas económicos tienen un importante aporte en dichas condiciones, pero hay mucho que la persona puede hacer por sí misma. 

Si eres de quienes dicen: «no me importa, ya sé que esto me hace daño pero prefiero morir contento/a”, “total de algo me he de morir”, es una conducta autonegligente. Lo que eso trae como consecuencia son menos años de vida saludable, en los que además de ser muy prablamente persona dependiente (que ya es difícil de llevar), esto supondrá que necesitarás de alguien más que te cuide gratuitamente (una responsabilidad muy grande para quién lo haga), o pagar a alguien (si es pago justo, eso cuesta). 

Insisto menos autonegligencia y más autocuidado, y también insisto en que el cuidado de la propia salud mental, también es autocuidado. 

P.S.: Para aquellos que tienen familiares en estas edades, ¿cuáles son las señales de alerta de que una persona mayor pueda estar sufriendo de depresión o ansiedad?

S.M.: Primero se debe asumir que normal que todas las personas en cualquier edad presentemos depresión y/o ansiedad y que no es normal que las personas mayores la experimenten solo por ser mayores. 

El envejecimiento se caracteriza por ser un proceso en el que se experimentan muchas pérdidas, por ende muchos duelos y también episodios de depresión, todo ese tiempo se debe brindar acompañamiento a la persona y de ser necesaria atención especializada. Cada pérdida tiene una significación diferente y de ello depende el tipo de acompañamiento. 

No es normal que una persona deje de hacer cosas que antes le gustaba, esa puede ser una señal de atención, el descuido en la higiene, cambio en los hábitos de sueño, alimentación. 

También el que comience a hacer cosas que antes no hacía, o se muestre con mayor preocupación por algunos aspectos como el dinero o la limpieza. 

Es importante que pueda hacerse un diagnóstico oportuno por un profesional y no por otra persona «con un caso similiar” o «que ya pasó por lo mismo» o «con buena voluntad», sobre todo porque en algunas ocasiones al depresión o ansiedad no son malestares aislados, sino que pueden ser incluso síntomas de una enfermedad incipiente, como una demencia por ejemplo y cuanto antes se conozca mejor será el tratamiento. 

Y, también puede suceder que se den diagnósticos erróneos, por ejemplo a una familia le puede preocupar que su familiar mayor no se levante, que no tenga iniciativa, que no se le vean muchos ánimos, y tal vez no sea depresión sino polifarmacia y que haya interacción medicamentosa, o con síntomas parecidos puede ser una baja de vitaminas  por ejemplo. 

Por eso es importante observar todos los cambios, sin patologizar, a veces también puede ser por algo bueno, por ejemplo si alguien comienza  a tener extremo cuidado en su arreglo personal, tal vez está todo bien y solo consiguió una cita. 

P.S.: ¿Se debe conocer bien a un familiar mayor para notar esos detalles? ¿Qué recomendaciones puede brindarnos para mantener una buena calidad de vida emocional en la vejez?

S.M.: Adelanté dos cosas, comprender las limitaciones propias y los alcances de nuestros actos. 

Creo que el estoicismo tiene mucho que aportar en este sentido, el reconocer nuestros alcances nos ayuda contra la ansiedad, que en el fondo es un deseo de querer controlar todo y sentir la frustración de saber que no se puede hacer. ¿Qué corresponde? adaptarse lo mejor que se pueda frente a eso a lo que como ser humano, no puedes cambiar. Pero eso no te quita de la responsabilidad de manejar adecuadamente tu libertad para aquello que sí está en tus manos, la mejor forma de asegurar el futuro es construirlo. 

Por otro lado, también dar la misma importancia a la vida emocional que la física, sobre todo si está última no está muy bien. Poco se habla de la vida emocional, son pocos los espacios y son pocos quienes preguntan cómo estás y  que esperan una respuesta profunda, no nos damos tiempo para escuchar al otro. 

Saber que te aqueja no implica ir quejándose de todo sino reconocer lo que se siente y reconocer  que si el malestar es tan grande que te está afectando en tu vida y en la vidad de otras personas debe  hacerse lo posible por solucionarlo. Si tu no estás bien, lo más probable es que quienes convivan contigo tampoco lo estén, ¿te has puesto a preguntar a cuantas personas puedes afectar con tu malestar? ¿desde cuándo estás cargando con eso? Muchos malestares ni siquiera son recientes, han sido como piedrita en el zapato desde hace tiempo ¿cómo has podido caminar así? ¿cuánto tiempos llevas cojeando? ¿en quienes te has recargado para caminar?

Parte de reconocer nuestras limitaciones, también se traduce en buscar ayuda, esa también es una forma de responsabilidad para contigo y de cariño para quienes te acompañan. 

P.S.: Siempre es oportuno hablar de los cuidados, y sobre todo con usted, que tanto sabe del tema, y del impacto en las vidas de aquellas personas que de manera familiar o profesional les toca esta tarea tan ingrata. ¿Cree que los estados deben ofrecer apoyos para descargarles de presión?

S.M.: Definitivamente, las estadísticas reflejan que cuanto mayor es la dependencia de las personas el desgaste es mayor en quienes le cuidan. Y cuando hablamos de desgaste no me refiero solo al físico (sobre todo cuando quienes le cuidan son familiares que trabajan y luego hacen tiempo adicional de cuidado por no poder pagar a alguien más). 

La afección psicoemocional en quienes cuidan es un avasallante, el percibir el sufrimiento, ver que tu familar no te reconoce, que te insulten o golpeen (pasa en casos de demencia), que no te reconozcan tu labor de cuidado (entre familiares por ejemplo), que se te acuse de negligencia u omisiones (después de 24/7 con la persona), que tu familia te diga que pasas más tiempo con la persona enferma que con la propia, o que tus amistades te reclamen que ya no sales, duelos anticipados, recabar toda la información de médicos y compartirla con familiares y amigos, y la lista puede seguir y no es la obligación por ser la última o el que no se casó, o quien vive junto con la persona. 

P.S.: Las estructuras de cuidado son muy frágiles, desde la familia, pasando por la comunidad y los propios sistemas sociales o de salud, no hay atención ni contención para quienes realizan estas tareas. 

Todas las personas vamos a necesitar cuidados alguna vez en nuestra vida y nos tocará cuidar más de una vez, independientemente de la razón y la edad. Se tiene que comenzar por un reconocimiento social de los cuidados, no despersonalizar a quienes realizan esta tarea, sigue teniendo sueños, aspiraciones, deseos y mucha necesidad de tener momentos de no cuidar de alguien. La vida gira en torno a los cuidados (de todas las formas), pero no se nos puede ir la vida misma en ello. 

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