Tenemos la ley en una mano y la duda en la otra. No ha hecho nada más que empezar el devenir de arrepentimientos porque en este asunto —en otro tiempo silente y oculto—, están apareciendo casos de trans que realmente no saben lo que son; no saben lo que quieren y deciden porque para eso la ley les ampara. Pero en el interim sufren, y mucho.
Hablamos de esta nueva era en donde en las consultas de los psiquiatras no aparecen estas personas porque no lo necesitan, pero sufren. Iniciar el camino de la transición a ser mujer conlleva un peaje que no siempre se puede manejar. Desde la medicación pasando por la identidad que uno cree que tiene y de forma sesgada, sin hacer mucho ruido, la ocultación a familiares y amigos porque este protocolo ya existe y está legislado pero existe aún el estigma.
Entretanto la salud mental no se toca. En este asunto los psiquiatras de niños y adolescentes tienen mucho que decir porque la situación puede llegar a provocar conductas suicidas cuando no se distingue qué está pasando. Y es que en todo este asunto de ser o sentirse, debe aparecer la figura del médico psiquiatra o de un psicólogo que conozca qué siente esa persona que duda si es hombre o mujer.

Padecer un trastorno esquizoide, u otro, o tener una depresión sin tratar puede sugerirle a esa persona muchas actuaciones que le pueden provocar un mal destino. La transexualidad no es reversible como si fuera un calcetín y no recibir el acompañamiento debido una vez que ha sucedido lo inevitable puede o podría ser motivo de suicidio. Ser hombre y sentirse mujer pero darse cuenta luego que se es hombre o viceversa.
La pregunta está encima de la mesa:
¿quién tiene la culpa de lo que está pasando?
Para los psiquiatras como nos cita la doctora Ramírez, psiquiatra especialista en niños y adolescentes, el uso indebido del móvil y las redes sociales sin duda han acrecentado muchos de los trastornos que ya arrastraban los niños. Si a eso le sumamos el poco o nulo caso que les hacen los padres en la era de Internet —porque ellos están entretenidos—, da como resultado que sus conocimientos vienen de un influencer u otro que les da consejos de nutrición o alguno que les dice cómo sentirse mejor sin ser licenciado.
La otra pregunta es: ¿debe el Estado pagar una indemnización a un arrepentido?
Ser un enfermo de por vida hace que esa persona a su trastorno mental le sume la confusión en cuanto a su identidad de género. Atrapado sine die en el cuerpo de otro habiéndose operado, hormonado, cambiado en definitiva.
Personas que ya han nacido con el acoso pegado a su modus vivendi; discriminados por los homófobos desde la más tierna infancia, llegan a la adolescencia con el tubo de escape a punto de reventar. Entonces deciden, no miran la ley ni la trampa, solamente que eso que ya pueden hacer les va a dinamitar a un lugar en donde existe por fin la libertad, Y no, no es libertad sino una cárcel en donde vivirán atrapados para siempre.
La ley Montero dará que hablar. Para lo que para muchos es haber ganado la batalla y por fin tener libertad, para otros tantos es haber perdido para siempre la vida, su vida. Casi nada.