Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la pérdida auditiva afecta actualmente a más de 1.500 millones de personas en todo el mundo. De las cuales 430 millones tienen niveles moderados o altos de pérdida auditiva en el oído con mejor audición, lo que representa más del 5% de la población mundial.
En España hay 1.230.000 personas con una discapacidad auditiva de distinto tipo y grado, según datos del Instituto Nacional de Estadística publicados en abril de 2022.
Solo un 10% de las personas con pérdida auditiva conocen los implantes cocleares una vez que tienen una sordera profunda. Este dispositivo de alta tecnología implantado mediante una intervención quirúrgica sustituye el daño del oído interno.
Este dato se ha recogido en el Libro Blanco sobre los implantes cocleares en adultos y mayores que ha sido presentado en el Congreso y en el que se recoge que casi trescientas mil personas en España pierden la audición.
El libro aborda la hipoacusia en España y sobre todo el abordaje de la misma así como los datos que disponen las familias así como la detección temprana o el tratamiento en el sistema sanitario de salud una vez diagnosticada.
La pérdida auditiva es una de las tres enfermedades crónicas más prevalentes que afectan a los pacientes mayores y no solo impacta en la capacidad para percibir sonidos y entender la palabra hablada, sino que también puede provocar caídas, demencia, depresión, aislamiento social y deterioro cognitivo.
El número de implantes cocleares en todo el mundo asciende a un millón si bien en Europa son quinientos mil los que lo llevan y solamente veintidós mil personas en España.
Las carencias informativas en la cadena sanitaria hacen que las personas se limiten a conocer los audífonos pero ninguna otra opción. El estigma de los dispositivos auditivos y el miedo a la operación quirúrgica son en ocasiones el freno de algunos afectados que evitan o retrasan la implantación coclear.
Asimismo, los recursos públicos no son suficientes a la hora de financiarlos y en muchas comunidades autónomas ni siquiera se informa o no disponen de criterio de selección a la hora de determinar qué pacientes los deben llevar o no.
Las personas sordas se aislan, se frustran y como consecuencia tienen problemas de comunicación y afectan a sus relaciones interpersonales porque gritan o no son escuchados o viceversa lo que obstaculiza una conversación normal. Los adultos que llegan a implantarse tienen una esperanza y sobre todo vuelven a tener autoconfianza porque se expresan y son entendidos con normalidad tal y como indica Joan Zamora, presidente de la Federación de Asociaciones de Implantados Cocleares de España.