En un rincón del escenario una ingenua, expectante y dulce Miss Erlynne, digooo Ángela Peirat, aguarda recreándose en el momento. Sabe que algo va a ocurrir, sea lo que sea; algo para lo que va a necesitar usar toda sus (más que notables) inteligencia y sensibilidad y dejar que se asome una casi inaprensible melancolía.

Y algo pasa con la arrolladora entrada de una exultante, poderosa e irresistible Mrs. Brunswick, digooo Ana Azorín, que pone al patio de butacas en estado de combustión armada, tan solo, con las mejores frases del almario (sin, con «l» ) de su Tío Óscar y su inatacable vis cómica mientras una diligente y encantadora Mireia Zalve toma nota y hace las veces de su secretaria y cronista.

Y es que la candorosa, ilusionada, sensual y desconcertada, Lady Windermere, digooo Inés Kerzan, va a abrir sus salones y la función va a estallar dejando y el Teatro Lara va a ser acribillado por grandes bolas de fuego mientras se baile un enorme twist a lo largo de toda la noche y más.

Con «El abanico de Lady Windermere», Ramón Paso ha creado su comedia más gloriosamente marxiana, un festival vodevilesco, locuaz y danzante (en este función se baila mucho, se baila bien y se baila feliz ) que arranca con la quinta marcha (y ya no reduce) puesta para que resplandezca todo el ingenio, toda la sabiduría, toda la diáfana lucidez y la soterrada tristeza con la que Óscar Wilde destilo en inatacables aforismos eso tan indefinible y contradictorio que se da en llamar, la condición humana.

Exultantes y bienhumoradas, Ana, Inés y Ángela plantan cara a las reglas sociales, las tuercen y retuercen fulminan apariencias y convenciones para que jueguen a su favor mientras les aparecen alumnas aplicadas como la irónica superviviente Mila Villalba y mientras los hombres a su alrededor —retratados con pericia por los boquiabiertos y ojipláticos Eduard Alejandre; Jordi Millán; Guillermo López-Acosta— no pueden por menos que rendirse sin tregua o cuartel ante el supervitaminado y mineralizado terceto para quien los abanicos son floretes y las palabras, estocadas.

Ramón Paso convierte «El abanico de Lady Windermere» en toda una ceremonia  en la que se celebra el arte del buen vivir por encima de trabas, temores, convenciones y chorradas se pongan como se pongan la alta, media y baja sociedad con sus prejuicios y zarandajas. 

Óscar Wilde no podría estar más feliz. 

Bien, muy bien, hecho.   

Teatro Lara (Madrid): hasta el 27 de octubre. Jueves, viernes y sábados, 22.30 horas

Ficha artística

Reparto  Ana Azorín; Inés Kerzan; Ángela Peirat; Eduard Alejandre; Jordi Millán; Guillermo López-Acosta; Mila Villalba y Mireia Zalve

Producción: Pasoazorín Teatro
Versión libre y dirección: Ramón Paso
Traducción: Sandra Pedraz Decker
Producción ejecutiva: Pasoazorín Teatro
Dirección de producción: Inés Kerzan
Diseño de escenografía: Javier Ruiz Alegría
Diseño de iluminación: Carlos Alzueta
Vestuario: Ángela Peirat
Coreografía: Ángela Peirat
Ayudante de dirección: Ainhoa Quintana
Fotografía: Ramón Paso
Diseño gráfico: Ana Azorín

Ayudantes de producción: Sandra Pedraz Decker /Jordi Millán/ Alicia Rueda
Técnico de iluminación y sonido: Alicia Rueda

Prensa y comunicación: María Díaz

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