Quien a los 20 años no sea revolucionario no tiene corazón, y quien a los 40 lo siga siendo, no tiene cabeza es un adagio (que, en la era de Twitter, se suele adjudicar —de acuerdo con el nivel cultural del troll que lo hace rodar— a grandes prohombres como Churchill, Tácito, Borges o Homer Simpson para que lo avalen) que lleva décadas circulando como sentencia para zanjar discusiones en barra de bar y , de paso, justificar las vaguerías e desintereses, los desánimos e indolencias, las barrigas y calvicies, las contradicciones y los desdenes, en que los que se va incurriendo, alegremente, se incurre según pasa, según va pasando eso que se da en llamar el correr de los días.
A partir de esa frase inspiradora (y aspiracional) Ramón Madaula elabora —con oficio y habilidad— un texto sobre la gran tribulación de la burguesía (la ávida búsqueda del reconocimiento y del triunfo social que corrobora el señorío) en la que un patriarca trata de asegurar —del hoz y coz, por el fuero y por el huevo— la perpetuación de su apellido para deleite y asombro de generaciones venideras.
Cristina Higueras pone toda su experiencia para hacer que esta comedia de costumbres resulte eficaz y agradable —a lo que contribuye, en no escasa manera, el sólido oficio de sus intérpretes, Gonzalo Ramos, Aníbal Soto y Laura Ledesma— para un público que agradece (que sigue agradeciendo) presenciar —alrededor de un sofá y a lo largo y ancho de un salón— pellizcos de monja, dedos en el ojo y críticas tan amables como inocuas a los usos sociales cuya muerte, como la de Mark Twain, ha sido muy exagerada.
Teatro Lara (Madrid): domingos a las 19:30 horas.
Ficha artística
Dirección: Cristina Higueras
Idea original y dramaturgia: Ramón Madaula
Ayudante de dirección: Encarna M. Rico
Escenografía: Patricia P. Sánchez
Iluminación y diseño de sonido: Jaione Azkona
Producción: Encarna M. Rico