Tema, azules, la concha y orilla. Pedro Salinas, España, 1891-1951 

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Miguel Díez R. para Prensa Social

Cuando Pedro Salinas estaba en San Juan de Puerto Rico, escribió una carta a Katherine Whitmore (bella profesora norteamericana hispanista con la que Salinas mantuvo una intensa, aunque breve, historia de amor, inspiradora de muchos de los más hermosos poemas de amor del poeta), y entre otras muchas cosas hace referencia al mar, una metáfora para expresar su sentimiento inmensamente extendido de amor. Esos quince poemas sobre el mar de Puerto Rico (de los que solo presento tres) componen el libro titulado El contemplado.

“Esta isla -dice Salinas- es un encanto. Sol, luz maravillosos. Un mar de hermosura constante, lleno de espumas alegres. La temperatura, para algunos un poco demasiado calurosa, a mí me gusta mucho, Vive uno con las ventanas abiertas de par en par, diez meses al año, día y noche. Y ahora, en febrero y marzo, se cierra la mitad a la hora de dormir. El gabán es desconocido. Clima sin igual para el que no necesita como yo ir y venir mucho, agitarse. He pasado horas hermosísimas frente al mar. He escrito un poema (un conjunto de quince poemas) sobre ese mar de Puerto Rico”. Y en otra carta a la misma destinataria escribió Salinas: “desde aquí, desde esta orilla, parece que detrás del azul del horizonte está al alcance la tierra donde vives. ¿Une el mar o separa? Une para separar; une por la vista, separa por el espacio”.

        Tema

De mirarte tanto y tanto,                          
de horizonte a la arena,
despacio,
del caracol al celaje,
brillo a brillo, pasmo a pasmo,                  
te he dado nombre; los ojos
te lo encontraron, mirándote.
Por las noches,
soñando que te miraba,
al abrigo de los párpados                           
maduró, sin yo saberlo,
este nombre tan redondo
que hoy me descendió a los labios.
Y lo dicen asombrados
de lo tarde que lo dicen.                             
¡Si era fatal el llamártelo!
¡Si antes de la voz, ya estaba
en el silencio tan claro!
¡Si tú has sido para mí,
desde el día                                                  
que mis ojos te estrenaron,
el contemplado, el constante
contemplado!

           Azules

Variaciones que enseñaban
en la escuela: Egeo, Atlántico,
Índico, Caribe, Mármara,
mar de la Sonda, mar Blanco.
Todos sois uno a mis ojos:
el azul del Contemplado.
En los atlas,
un azul te finge, falso.
Pero a mí no me engañó
ese engaño.
Te busqué el azul verdad;
un ángel, azul celeste,
me llevaba de la mano.
Y allí en tu azul te encontré
jugando con tus azules,
a encenderlos, a apagarlos.
¿Eras como te pensaba?
Más azul. Se queda pálido
el color del pensamiento
frente al que miran los ojos,
en más azul extasiados.
Eres lo que queda, azul;
lo que sirve
de fondo a todos los pasos,
que da lo que pasa, olas,
espumas, vidas y pájaros,
velas que vienen y van.
Pasa lo blanco, mortal.
Y tú estás siempre llenando,
como llena un alma un cuerpo,
las formas de tus espacios.
Cada vez que fui en tu busca,
allí te encontré, en tu gloria,
la que nunca me ha fallado.
Tu azul por azul se explica:
color azul, paraíso;
y mirarte a ti, mirarlo.
 

    La concha

    Tersa, pulida, rosada
¡cómo la acariciarían,
sí, mejilla de doncella!
    Entreabierta, curva, cóncava,
su albergue, encaracolada,
mi mirada se hace dentro.
Azul, rosa, malva, verde,
tan sin luz, tan irisada,
tardes, cielos, nubes, soles,
crepúsculos me eterniza.
    En el óvalo de esmalte
rectas sutiles, primores
de geometría en gracia,
la solución le dibujan,
sin error, a aquel problema
propuesto
en lo más hondo del 

    Pero su hermosura, inútil,
nunca servirá. La cogen,
la miran, la tiran ya.
Desnuda, sola, bellísima
la venera, eco de mito,
de carne virgen, de diosa,
su perfección sin amante
en la arena perpétua.

 *Miguel Díez R, el Viejo Profesor, es licenciado en Teología, Filosofía y Filología Hispánica (Especialidad Literatura Hispánica).

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