Mikel se despacha a gusto con la vida porque la mira de frente como a un Miura. Él mismo pagó el peaje y la pérdida insalvable cuando era adicto antes de adentrarse en un programa de rehabilitación con el método Minnesota en CREA Adicciones en Bilbao; uno que sin duda le ha permitido distinguir el trigo de la paja. La otra opción le era familiar, tanto, que todos sus pensamientos se dirigían ahí. Desde la manipulación a sus seres más queridos hasta el maltrato verbal a su pareja. Infinitos desdenes que le hacía justificar y justificarse porque llamarse a gritos adicto no era una opción.
Define «ganas de tomar» pero no se refiere a nada en particular, a una sustancia en concreto: «somos adictos al colocón que se produce en nuestro cerebro. La sustancia da igual; las consecuencias son las mismas. Porque nunca es suficiente; nunca nada satisface a ese «yo adicto» que se esconde detrás de uno mismo, que es el enfermo. La negación del problema es una evidencia que nos afecta a nuestra toma de decisiones y a la gestión de la frustración», añade.
«Es una vida de mentira que se fabrica a base de justificar todo cuanto es autodestructivo».
«Yo controlo», es una de las grandes mentiras, dice. «
No controlas nada. Puedes privarte de tomar cualquier sustancia durante meses o años, pero siempre sigues enganchado a algo más. Porque el autocontrol no existe».
«somos marionetas de nuestro cerebro adicto».
A pesar de todos los problemas que te ocasiona tomar o repetir una conducta, te sigues repitiendo a ti mismo que esa conducta la vas a cambiar, pero tú solo no puedes; de hecho, cambias pero a mucho peor. Siempre necesitamos ayuda exterior para poder rehabilitarnos. Nuestra mejor decisión ha sido entrar en un centro. Si no es así solo nos queda el cartón para dormir, el psiquiátrico o la cárcel.
«Cuando comienzas un tratamiento siempre existe algún motor que te ayuda a seguir en el tratamiento familia, pareja, hijos, amigos, culpa, cárcel… pero a medida que avanzas en el tratamiento tienes que entender que esto lo haces por ti mismo, para dejar de sufrir y de reventar a los demás. Los adictos tenemos un pensamiento único ganas de tomar y para ello buscamos mentiras y excusas para hacerlo. Siempre buscamos broncas, escenas, gritos o alguna ocasión que justifique lo que tenemos pendiente para seguir tomando. Hay momento en que nos reconocemos culpables de todo lo que hacemos y lo sabemos».
«Y así le echamos la culpa a los demás porque no quieres reconocer lo que haces, minimizas todo”, COMENTA.
«Yo vivi en una realidad que no existe. Al adicto no le gusta que le digan las cosas a la cara porque hay que ser valiente para hacerlo. En el fondo le estás diciendo que vive en su puta mentira así pasen los años. Tergiversar es la especialidad del adicto porque todo, desde lo verbal hasta lo físico se hace para justificar la propia existencia: la del consumo. Porque todos los adictos destrozamos todos y a todo. Todo lo que pasa a nuestro alrededor deja de existir. Nos cargamos la relación con nuestros padres, vejamos e insultamos a nuestra pareja, evitamos a nuestros hijos y solo los colegas, los que nos dan, los que comparten nuestro consumo con nosotros son amigos de verdad para nosotros y no, son amigos de consumo, nuestros camellos llegado el caso. Cuando dejas de consumir te das cuenta que tienes muy poco en común con ellos.
Cuando consumes todos los compañeros que consumen contigo parecen grandes amigos y no son como la familia o los amigos de verdad que te recuerdan tu realidad, la que no quieres oír. Ese camino solo vale para ir al precipicio juntos, por eso mantienes la amistad».
«El daño irrefutable está ahí. Las personas que viven cerca y de cerca ven el autoengaño y llegan a dudar de sí mismos».
Generan en cierta forma una codependencia salvadora que nunca llegará a buen fin porque el adicto solo tiene un camino para poder tener una vida normal, que es la rehabilitación. Es un enfermo que necesita profesionales al lado porque la otra opción es la muerte. Y no muy lejana”, apostilla Mikel.
En una deliciosa tarde de primavera me encuentro con él en Durango, una localidad de Vizcaya. Ver a una persona rehabilitada me hace entender que de verdad existe otra vida; esa que me relata con pasión; un ejemplo a seguir porque Mikel, por encima de todas las cosas está agradecido y es agradecido con la vida; la nueva vida que ha decidido tener. Casi nada.
Mikel.O.: Gracias, Ana, por darme la oportunidad de contar mi historia que si sirve de ayuda para alguna persona me alegraré mucho. Me has hecho las preguntas desde el sentido común y yo te voy a responder desde la enfermedad, porque la adicción es una enfermedad que no se mide por criterios de sentido común. Es una enfermedad, repito; no lo digo yo, lo dice la OMS, que la gente nos mide a los adictos como viciosos que está tomando para pasárselo bien y la realidad es bien diferente. Tenemos una predisposición genética a caer en conductas adictivas y es difícil salir de ahí porque haces cosas que no quieres hacer. No somos tan canallas, aunque como nos comportamos lo parece, tenemos un corazoncito y en algunos momentos de lucidez vemos el daño que hacemos y nos duele. No quiero decir con esto «pobres adictos» ni hacer victimismo de esta enfermedad, pero sí quiero hacer énfasis en que es una enfermedad y no sabemos cómo gestionarla. Yo, hasta mi inicio en rehabilitación no era capaz de entender muchas cosas que me pasaban por la cabeza y como funcionaba de manera automática con unos consumos de alcohol y cocaína importantes.
He empezado la rehabilitación en CREA Adicciones en Bilbao y ahora empiezo a entender que no soy un cabrón y un asqueroso que es como me sentía, sino un enfermo. Me ponen una serie de tratamientos. Me enseñan cómo he de hacer, como no hacer caso a mí cerebro: un cerebro enfermo.
Es muy complicado vivir sin hacerle caso a tu cabeza.
Me explican que es una enfermedad. Le hacen partícipe a mi familia para entender esto y comienza el trabajo para comprender que es una enfermedad mental ya que durante años nos han educado que tomamos porque queremos, que no paramos porque no tenemos fuerza de voluntad y además curar todo el daño que hemos hecho.
Debido a esta educación todos nos sentimos unos viciosos permanentemente. Esto nos genera mucho malestar y un sentimiento de culpabilidad —lo cual vuelve a ser una excusa fantástica— para continuar consumiendo. Si a eso también le sumamos que creemos que controlamos y que lo podemos dejar cuando queramos y además nos damos el mensaje de que disfrutamos y de lo que hacemos no pasa nada. Desastre garantizado.
LA ADICCIÓN ES LA ENFERMEDAD DEL AUTOENGAÑO, apostilla mikel.
Los adictos nos creemos que somos «guays», fantásticos y la realidad es que somos patéticos además de enfermos.
Prensa Social: ¿Dónde está el Mikel anterior y dónde estás tú ahora?
M.O.: Antes, cuando empiezo a consumir. No existe un día cero, empezamos con los juegos, colecciones, con el deporte, cosas que nos colocan desde niños y en la adolescencia tienes contacto con el alcohol y de aquí todo hacia adelante. La realidad es que solo nos fijamos en las sustancias que toma el adicto, pero la parte más importante es la conductual, esa es la clave.
En las familias se celebra con champán y se celebra todo con alcohol. Es la droga más cercana y todos tenemos contacto y asociamos la comida y el alcohol. La enfermedad no entiende de drogas duras o blandas, eso es un concepto moral no legal o ilegal. El alcohol y el tabaco son drogas legales y son los motivos que muertes causan en España, además de considerarlas drogas blandas.
Siempre fui el último en irme a casa, con la excusa perfecta para seguir tomando. Pasaron los años y lo que antes era algo lúdico, «como para muchos más», de fin de semana empieza a ser algo normal entre semana. Normalizas estos comportamientos y además siempre existe una excusa… Empiezas a tomar de manera descontrolada; empiezas a tratar mal a tu mujer, a tus hijos, no cumples en el trabajo, te enfadas con todos, al final hay un montón de consecuencias negativas y no las quieres ver.
Una adicción se define así: cuando tú repites una conducta o tomas un tóxico y a pesar de todos los problemas que te genera no eres capaz de parar, entonces eres un adicto. Una adicción no se mide por la cantidad que tomas, sino cómo tomas y las consecuencias que ello tiene para ti.
Es la enfermedad del autoengaño, somos manipuladores profesionales.
Cuando tú consumes cocaína y alcohol el desembolso económico es importante y el deterioro personal también y en mi caso empiezo a tener problemas en casa económicos y en consecuencia mi mujer se da cuenta de que algo pasa y no me queda más remedio que contar lo que sucede.
Ella que es médico, y con buen criterio, me dice: «o vas a rehabilitación o fuera de casa». Claro la idea que tenía yo de los adictos era el de los heroinómanos de los 80 y yo no tenía ese problema; «yo controlo», le decía. Yo no era uno de esos. Cuesta verse, pero por el miedo y el sentimiento de culpa entro al tratamiento. Entras por la sensación de culpa y vergüenza hacia mis hijos. En mi caso, eso motivos fueron lo que me ayudaron a engranar en el tratamiento y empiezo a ver que a mis compañeros les pasa lo mismo; no soy distinto de ninguno de ellos. Ésta es una enfermedad democrática no distingue de guapos, feos, inteligentes, ricos, pobres; para todo el mundo funciona igual. Todos nos autodestruimos.
P.S.: ¿Y cuándo empieza el cambio en la rehabilitación?
M.O.: Me resultó un cambio importante en la parte personal entender como era y por qué. Ver la realidad que yo vivía, no la que sentía y ver el daño que hice a mi familia. Porque de ser el pagafantas y el chulo de mierda, empiezas a tener un perfil más bajo. Tienes que ser humilde con la droga, con las conductas que te han hecho ser un tonto a las tres. Empiezas a ver que los demás pasan por lo mismo que tú y entonces es como un espejo que te ves en él. Te sirve para aprender.
Yo no soy el mismo que antes, no tengo nada que ver con el anterior. Sigo siendo un tío divertido y alegre, pero soy más reflexivo, más ordenado, más tolerante, es un trabajo que tengo que hacer todos los días. De hecho, procuro que me frustren menos las cosas. La base es terapia, deporte y teléfono (terapia). El deporte lo hago de manera natural; también voy a hablar con los compañeros y a aprender a ver cómo funciona la enfermedad y de ahí, vas cogiendo roles diferentes a lo largo del tiempo. Primero empiezas aprendiendo, compartiendo tus experiencias y luego vas ayudando a la gente y es muy importante trabajar la empatía para entender esta enfermedad.
De hecho, te ayudas a ti porque te das un mensaje permanente: «que no me vuelva a ocurrir».
P.S.: ¿Cuánto tiempo tardas en rehabilitarte?
M.O.: De dos a cinco años, aunque llevo tres años y medio me han dado el alta hace pocos años sigo vinculado al centro, a la terapia, a los pacientes. Sigo porque me recuerdo de dónde vengo y para nosotros eso es muy fácil de olvidar.
P.S.: ¿Qué hacemos mal las personas que queremos sacar de una adicción a un ser querido?
M.O.: Muchas veces se actúa con la mejor de las intenciones y la persona que lo intenta se confunde porque, además hay que partir de la base de que el adicto es un enfermo que no se quiere curar. Respecto a las familias que están a nuestro alrededor, es un papelón para ellas, porque realmente no tienen información de cómo deben actuar. La característica de esta enfermedad es que tú quieres tomar y repetir una conducta y lo que quieres es que te dejen de chorradas y de problemas. El problema lo tiene el resto del mundo que está enfadado; que no nos entiende. Siempre nos llenamos de excusas para tomar y lo vivimos como algo real.
«Yo no tengo problemas, la gente no me entiende a mi alrededor. siempre entramos en un bucle del que no podemos salir porque la adicción es sibilina; esta enfermedad es muy sibilina», COMENTA.
P.S.: ¿Los padres, hermanos, mujer, familiares, son meros charlatanes que llegan a ser odiados por el adicto?
M.O.: Sí. Destrozamos todo; todo lo que tocamos se convierte en mierda. Familia, pareja, amigos, trabajo, padres… Empezamos a gritar, los ridículos son espantosos; somos unos voceras que hacemos que enfermen los que están a nuestro lado. Se preocupan por nosotros y acabamos estando en su cabeza porque nos quieren ayudar y están permanentemente intentando entender qué nos pasa. Y no pueden.
El gran amor de un adicto es su droga el resto está en segundo plano.
P.S.: ¿En algún momento de lucidez tú te has dado cuenta de que te estaban ayudando?
M.O.: Sí, pero no pueden. Los consumos son exagerados, repito, destrozamos todo ¿y qué es lo que ocurre? Que hacemos que enfermen los que están a nuestro lado. ¡Cómo somos los adictos! Quieren cuidarnos permanentemente y entender cómo nos pueden ayudar y no pueden. Porque te vuelvo a repetir: la lógica no es el criterio para solucionar esto. El reconocerse adicto uno es importante por entender las conductas porque que al final te ayuda a hacértelo más fácil y es muy difícil. Porque tenemos muchos años de educación que nos condiciona; porque pensamos que un adicto es un vicioso, sucio, que asesina, que roba que todos son muy malos, muy malos. La realidad actual es que los adictos también llevan corbata y traje; camiseta nueva, vieja; todos somos iguales.
Hay de todo tipo y el problema común que se ve es el consumo y sus consecuencias, a todos nos pasa igual.
P.S.: Hay un antes y un después y ahora te sonará raro oírte decirle a los demás que deben empezar ese cambio, ¿es así?
M.O.: Uno no decide cambiar por sí solo. Un adicto no quiere dejar de tomar. Necesita situaciones en las que le ayuden y le fuercen. O te echamos de casa y todo el circuito de alrededor apoya esa decisión o es imposible. Ni una puerta abierta y te echamos de casa toda la familia; tu pareja, tus padres, todos, y que solo sea la rehabilitación la única puerta abierta.
Ir a un centro de rehabilitación voluntariamente es difícil, hay casos, pero son los menos, eso es muy difícil. Pero es importante que todos apoyen el mismo mensaje en la familia:
«estás solo, la única salida es la rehabilitación».
P.S.: ¿Se puede volver a empezar a cualquier edad?
M.O.: A cualquier edad uno puede rehabilitarse de la adicción y a cualquier edad puedes volver a empezar y recuperar la dignidad que has perdido durante años. Yo era consumidor de alcohol importante. A los cuarenta y tantos empecé con la cocaína de una manera más fuerte y gracias a ello salió el tema de la adicción por el tema económico el desfase, y eso me ha hecho no llegar a los 65 años sin tener un problema hepático.
Todo el que toma acaba pagándolo a partir de los 60. Pancreatitis, cirrosis o enfermedades complicadas vinculadas al alcohol o a la droga. Yo a los 49 años decido rehabilitarme y tengo 53 y tengo una salud bastante buena.
P.S.: ¿Ha merecido la pena o te arrepientes de algo?
M.O.: Arrepentirte de poco vale; lo hecho, hecho está y al final solo te sirve para llenarte de culpa y generarte más ganas de tomar. Tú puedes trabajar el presente y el futuro. Puedes intentar ayudar a la gente que está a tu alrededor. Puedes ayudar a recuperar a la gente que has perdido; a retomar relaciones perdidas; a tratar bien a la gente que trataste mal. No me arrepiento de nada, yo no podía hacer otra cosa. Esto no significa que no sea responsable de lo que he hecho en el pasado, que sí lo soy, pero no soy culpable. No tenía herramientas para entender lo que me pasaba. Ahora no tengo ni una sola excusa para tomar, para una recaída, para hacer daño a los que están alrededor. Tengo una mujer y unos hijos que han vivido todo eso y no quiero que sufran más por mí.
P.S: ¿Sufres, sufren?
M.O.: Un adicto cuando consume sufre, toma para no estar mal. Hace mucho tiempo que se deja de disfrutar. Cuando tomamos creemos que es para disfrutar pero es mentira, tomamos para quitarnos el síndrome de abstinencia generado por el tóxico y creemos que estamos bien. Ese es el engaño. Aprender a gestionar eso es un sufrimiento; es una mierda. Todo el mundo sufre, engañando. Un sufrimiento es engañar a todos los que están a tu alrededor y te quieren.
Ellos sufren mucho pero no pueden hacer nada. Si la rehabilitación es agradecida porque te recuperas a ti mismo y a los de alrededor y es agradable.
P.S.: Familias rotas, parejas rotas, almas rotas, soledad, desamparo, una vida en el fondo truncada y sin hoja de ruta como se dice ahora. ¿Qué sucede para perder todo eso siendo consciente de ello? ¿Qué pasa con la familia? Llegan a ser odiados por el adicto.
M.O.: El adicto tiene dos cerebros: uno adicto y otro no. Cómo no va a odiarlo, la droga es el amor de tu vida y claro que los odias. Tienes que confrontarte a esa o esas personas que pretenden alejarte de tu amor. Es horrible, prueba de ello es que maltratamos a todos los que nos intentan ayudar. A veces te das cuenta y a pesar de ello, —de que sabemos que los maltratamos— llega el día siguiente y salimos a pillar algo, a tomar. Y realmente lo hacemos para no sufrir. Nos olvidamos de la ayuda, una vez más.
P.S.: ¿Te reconoces adicto?
M.O.: Claro, yo no he elegido serlo. Me ha tocado y ya está. Tengo que aprender a gestionarlo y adelante. Se dice que entre un 7% y 12% de la población mundial tiene una predisposición genética a generar una adicción. Te vuelvo a definir adicción porque me confieso adicto. Una adicción es cuando a pesar de los problemas que te genera sigues haciéndolo eso es una adicción.
No hay que mirar cuánto ni desde cuándo sino cómo y hay que estar atento y aprender.
P.S.: ¿Y cuándo decides cambiar y empezar la rehabilitación? ¿Por qué? ¿Qué le aconsejas a nuestros lectores que sean adictos e ingieran tóxicos o alcohol?
M.O.: Respecto a los consejos para vuestros lectores o a los adictos que leen y tienen estas conductas. Que vayan a un centro que dejen de sufrir, que busquen ayuda, que dejen de hacer sufrir.
El miedo del adicto: ¿cómo voy a vivir sin drogarme?
Existe un mundo más sano y bonito, un mundo muy divertido, gratificante. Yo estoy en paz, soy una persona que ya está en paz. Esta paz que he tenido ahora no la he tenido nunca. Yo estoy tranquilo y eso me ayuda a estar feliz y eso me alivia y me dan ganas de seguir adelante. Saber que duermo bien; descanso bien; respiro bien, que no le tengo que dar gracias a ningún tonto del culo que me ha vendido la droga, no debo dinero. Todo son ventajas.
P.S.: ¿Cómo es tu vida ahora?
M.O.: Soy libre; nunca he sido libre hasta ahora. Estoy bien y en paz. Trabajo, casa, familia, amigos, atiendo cosas que antes no atendía. Sigo en contacto con la terapia. No solo hay que hace el tratamiento y ya está. Yo creo que hay seguir vinculado al tratamiento, alguna reunión, porque en nuestro cerebro la tendencia es olvidarnos de dónde venimos. Yo agradezco a mis compañeros que viendo lo que sufren te hacen poner los pies en el suelo y te recuerdan de dónde vienes y les agradezco que me sigan apoyando y me sigan llamando para recordarme de dónde vengo.
P.S. ¿Qué pasó con esos que siguen enganchados? No importa a qué…
M.O.: La gente que no quiere curarse o no se quiso curar, ha muerto. Otros siento que sigan sufriendo, pero esto es una elección, condicionada por la droga.
Lo que hay que tener claro es que yo no le voy a ayudar a tomar pero si puedo ayudar a no tomar a salir del agujero, sí le voy a ayudar.
Hay una frase que se dice, «tiene que tocar fondo”. Siempre hay un fondo más allá. Hay que intentar ayudar a salir de ahí porque solo no se puede, pero no te pueden arrastrar a tí.
P.S.: Gracias, Mikel. Tu testimonio es muy valioso, pero no sé si tendrá el mismo valor para algunas personas. Con que una sola lo lleve a cabo una rehabilitación y lo intente habiendo leído esta entrevista habrá merecido la pena. Siempre hay esperanza, el verde es el color de la misma, como este verde de los prados y montes que te rodean cada día en Durango.
He pasado por Udalaitz cuando he venido hasta aquí y también me he sonreído. Nunca pensé tampoco que yo pudiera subir a esa cima y con la motivación y la ayuda de la persona que más quiero en este mundo, lo conseguí. Siempre en la vida hay una makila en donde apoyarse —de avellano—, y una mano tendida para siempre. Qué bonito, ¿verdad?
Muchas gracias por tus palabras, por tu tiempo y adelante, siempre. Enhorabuena por cuanto has hecho por ti y cuanto estas haciendo con este testimonio y en la terapia por los demás.