La cornisa cantábrica a un lado, los paisajes verdes y naturales al fondo. Subirse al tren Transcantábrico es dejarse arropar por la historia de España.
Casi 32 años lleva el Tren Transcantábrico Clásico recorriendo los paisajes más naturales, antiguos y mejor conservados del norte de España. Con la idea de ofrecer un viaje a lo histórico y pasear por el legado de la madre naturaleza, acomodarse en su interior es aceptar la invitación de un ambiente placentero, de deliciosa gastronomía, vistas bellamente pintadas de verde y lujo sobre raíles.
Porque no hace falta cruzar fronteras para vivir la experiencia de un hotel hecho vagón
Les presentamos el tren turístico más veterano de España, uno de los 25 mejores trenes turísticos del mundo, con sus coches salones convertidos en verdaderas joyas del patrimonio ferroviario nacional, con su serpenteante vía métrica y su mirilla hacia Bilbao, León y Santiago de Compostela.
Estandarte de elegancia y confort, historia y naturaleza, el tren Transcantábrico está promocionado por la compañía ferroviaria de Renfe, y envuelve al viajero en escenarios agrestes y bucólicos, cual si fueran sábanas de seda. Lo acuna con el traqueteo ligero de sus firmes ruedas, lo sosiega con la velocidad y seguridad de su presteza; y lo balancea entre las comodidades y atenciones del siglo XXI y la antigua época dorada del viaje en ferrocarril.
Un viaje para recordar
Belleza y majestuosidad guardan el umbral de sus salones y habitaciones, donde dos siglos rompen las distancias y se fusionan con magia y evocación. Así, la memoria contemporánea del siglo anterior traza una línea recta hacia la cultura y la sombra del pasado, y la ambientación y remodelación de una España de más de tres décadas atrás despliegan con placer y satisfacción la alfombra de la tradición y la leyenda.
Hablar del Tren Transcantábrico en cualquiera de sus opciones es aunar en un solo término el lujo y la comodidad, el glamour y la modernidad, la elegancia y la tecnología, la cultura y los platos tradicionales y saludables, la historia y el dinamismo, el descanso y la diversión.
El Tren Transcantábrico traslada al viajero también por el tiempo y por una gastronomía muy norteña, propia de Castilla y León, País Vasco, Cantabria, Asturias y Galicia, convenciendo los sentidos a golpe de sabores oriundos de las regiones señaladas.
Muchos de sus vagones son construcciones rescatados de 1923, reformados con modernidad y vueltos a poner en circulación. Pero todos están decorados con el toque del encanto y el estilo de la primera veintena del siglo XX, con espacios pensados para disfrutar del trayecto en todas las manifestaciones posibles de relajación.
Así, hablando o leyendo uno se pierde en la comodidad de sus salones y en el esponjoso abrigo de sus manifestaciones de lujo, y contemplando el paisaje que se avista por las ventanas uno pierde la noción del tiempo y el movimiento y la ubicación, embelesado con el desfile campestre y apacible de las zonas agrestes que brotan con vertiginosa velocidad al paso del convoy.
El Tren Transcantábrico tampoco descuida el ocio de su interior. Así, al abrigo del atardecer, tras satisfacer el estómago y adecentarse un poco con una vestimenta no muy formal, de etiqueta, pero tampoco casual, empieza el ambiente movido, con música animada, actuaciones en directo, actividades culturales y expresiones artísticas de las diferentes localidades que hacen itinerario por su trayectoria.
Entre el lujo más opulento y el costumbrismo más clásico
Dos son las alternativas que ofrece el Tren Transcantábrico, y que hay que tener en cuenta al planear subirse a bordo de sus vagones, si bien ambas alternativas convidan en su precio a todas las excursiones planificadas, comidas a bordo y traslados en autobús para visitar las ciudades, ya incluidas y cubiertas.
Por un lado, está la opción clásica, que se distingue especialmente por su duración de entre tres o cuatro noches a escoger, según lo que uno prefiera.
La opción de lujo, por su parte, incluye pasar la estancia en una suite Deluxe; es la más cara, cómo no, y también la más larga, repartiendo su itinerario entre León y Santiago de Compostela, con paradas en ciudades muy emblemáticas del norte de España.
Desde la provincia de Palencia y su Carrión de los Condes y Frómista, siguiendo por la provincia de Burgos y su bello Valle de Mena, sin olvidar el amanecer en la rivera de Bilbao, ciudad que también tiene un interesante casco antiguo por el que caminar y un museo Guggenheim por mostrar y que recomendamos no eludir. Como bocado final se yergue Santander, los municipios cántabros de Santillana del Mar, y la villa asturiana de Arriondas.
Es casi un pecado saltarse la ascensión por los lagos que visitan el Parque Nacional de los Picos de Europa, una actividad que suele realizarse en el quinto día, generalmente; volver al tren para un almuerzo, mientras el vehículo se dirige hacia Oviedo, será otra oportunidad de poner a prueba el paladar con la gastronomía norteña.
Regresando al camino, Avilés, Gijón y Luarca abren bocado de visita en el sexto día, seguidos por la villa blanca de la hermosa costa verde. Y todo para acabar pisando tierras gallegas durante la octava jornada, visitando el rumbo de Ribadeo, la Playa de las Catedrales y su impresionante telón, para acabar llegando finalmente y con broche de oro a la brújula norteña de Santiago de Compostela.
En cualquier caso, las dos opciones son expresiones de nostalgia y encanto del siglo XX, con el toque moderno y tecnológico del XXI. Y ambas plantean un precio que varía según los días marcados y las fechas señaladas, si bien es cierto que tampoco es difícil encontrar billetes desde 1.650 euros por persona, en el caso de la opción clásica, la que realiza el trayecto de tres noches y cuatro días; o desde 3.600 euros por persona, en la opción del viaje más largo, el de ocho días completos.