Un poema: El de los tres naufragios

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Se salvó en tres naufragios y lo cuenta
con énfasis pueril y tosco estilo
siempre que una ocasión se le presenta
de reanudar de su relato el hilo.
Ésa es su vanidad, toda su historia;
de hilo vulgar están sus horas hechas
y ocupan por entero su memoria
esos tres episodios y tres fechas.
Él lo comprende con su rudo instinto
y todo lo refiere al triple drama
—¡Fue al mes de naufragar el «Riotinto»…!
—¡Fue al año de salvarme del «Bahama»…!
Ello le da en el rancho, entre la gente,
prestigios y respetos. Cuando él habla
ni respirar a los demás se siente.
Todos escuchan: —Me agarré a una tabla…
Siempre hay un nombre trágico en su boca
—buen capitán, aquél que vio él ahogarse
en el «Iberia»—; y cuando el nombre evoca
se ve a la sombra del ahogado alzarse.
Ese hombre que ha asistido a tres naufragios
se cree inmortal, desprecia los presagios;
él tiene un amuleto que el mar trunca.
Y cuando el miedo pone livideces
en todos los demás, piensa él que nunca
se puede ahogar quien se salvó tres veces.

José del Río Sainz, «Pick»

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