El otoño se acerca con muy poco ruido: 
apagadas cigarras, unos grillos apenas, 
defienden el reducto 
de un verano obstinado en perpetuarse, 
cuya suntuosa cola aún brilla hacia el oeste. 

Se diría que aquí no pasa nada, 
pero un silencio súbito ilumina el prodigio: 
ha pasado 
un ángel 
que se llamaba luz, o fuego, o vida. 

Y lo perdimos para siempre.

Ángel González

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí