Un poema: En los funerales de un amigo

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Qué exequias más hermosas, qué gentío,

cuántas flores y sombras, cuánta pena,

con su mutis quedó sola la escena,

cuántas hojas caídas sin rocío.

Qué silencio en las voces, y qué frío

por el amigo muerto. Gime llena

de angustia el alma por el alma buena,

cómo me dueles, compañero mío.

La amistad y el amor están presentes,

la pluma y el talento están de luto,

nieblas hay en los ojos, en las frentes.

Y pienso al ver el fúnebre ajetreo

que por razones de mi ceño hirsuto

no irá a mi entierro nadie, ni yo, creo.

Ciro Mendía

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