Si una palabra recoge y simboliza el rasgo más característico del estilo pictórico de Van Gogh es el amarillo, una tonalidad impuesta por la xantopsia.
Mucho se ha especulado y escrito al respecto de las obras de Van Gogh, el artista neerlandés del siglo XIX con más renombre postimpresionista. De hecho, son muchos y copiosos los ríos de tinta que han corrido para explicar la presencia, casi omnipresencia, del amarillo que impera en sus cuadros, alegando unos que es cosa de gustos, sencillamente, y argumentando otros que hay una razón científica y doliente detrás, señalando la mayoría hacia la xantopsia.
Cuando el mundo es inicialmente amarillo
Llamada también bipolaridad, la enfermedad maníaca depresiva constituía un chute de intoxicación por digital en el siglo XIX, época dorada de Van Gogh, empujándole a los brazos de su color favorito: el amarillo. La hipótesis más reiterada indica, de hecho, que la tonalidad amarilla de la que tanto hacía gala este pintor en sus cuadros respondía a un constante abuso de Digitalis purpurea, una droga utilizada para tratar los episodios de la enfermedad maníaca depresiva que Van Gogh padecía, y cuya consecuencia no era otra que sufrir una alteración de la percepción de los colores.
Un filtro amarillo que hizo de las obras de Van Gogh algo ambiguo y encantador, todo hay que decirlo; un toque excelso y extenso, plagado de colores luminosos, llamativos y vibrantes, que encandila a cuantas personas se adentren en el rastro de la serie de sus lienzos, atrayendo a su sombra de admiradores a una audiencia de lo más variopinta.
Hablamos de célebres pinturas como ‘La avenida de los Alyscamps’, ‘Terraza de café por la noche’, ‘La noche estrellada’, ‘La casa amarilla’, ‘Camino con ciprés’, ‘Campo de trigo con cuervos’, o la serie de óleos de ‘Los girasoles’.
¿Qué tienen en común todas ellas? La huella de la predilección del pintor por el amarillo, relacionada con una intoxicación por digital, la también conocida como Digitalis purpurea.
De la enfermedad maníaca depresiva a la xantopsia
Utilizada en la medicina del siglo XIX para tratar diversas patologías, pues se le atribuían propiedades sedantes y antiepilépticas, Van Gogh se tomaba habitualmente esta medicina digital, a fin de tratar las crisis que le daban de su enfermedad maníaca depresiva, en un claro intento de paliar los ataques que azoraban su cuerpo y mente.
¿Cuál fue el problema? Que todo exceso perjudica, como ya se sabe; y al abusar de la digital el pintor acabó desarrollando xantopsia, patología conocida por alterar la percepción de los colores, empujando a los afectados a enfrentarse a un mundo pintado de amarillo, por lo que es creencia popular entre especialistas que el pintor se limitara a reflejar en sus cuadros los tonos que observaba en su entorno amarillento.
La digital es una droga, claramente, por lo que hasta el doctor de Van Gogh desaconsejaba enfáticamente su abuso, pese a que se lo suministraba, a la vista de los posibles y letales efectos secundarios que podía ocasionar; ¿como cuáles? Desde síncope, al disminuir los latidos del corazón, hasta una parálisis del órgano.
No obstante, la xantopsia de Van Gogh fue leve, o eso se cree, ya que el pintor fue pródigo en tonalidad al incluir en su galería artística el azul y el blanco, haciendo un uso equitativo de ambos colores, a pesar del predominio de los tonos amarillos; siendo que una xantopsia aguda suele provocar, precisamente, que el blanco sea indistinguible para el pintor, con un azul que enseguida se convierte en verde.
Otras hipótesis, sin embargo, se alejan de la xantopsia y apuntan como causante de esta forma tan curiosa de pintar tan de Van Gogh a una posible glaucoma de ángulo cerrado subagudo.
Una dolencia visual que, por lo visto, justifican los halos que Van Gogh pintaba en algunas de sus obras, haciéndose evidente en un buen puñado de ellas. Lo que está claro, en cualquier caso, es que el legado pictórico de este artista sigue ostentando una belleza extraordinaria… a la par que guarda muchos enigmas sin resolver.