El cáncer infantil tiene muchas huertas de investigación abiertas en su campo, y una de sus más recientes pone en vereda el ritmo del envejecimiento biológico de sus afectados.
La investigación, presentada en la revista ‘Cancer Discovery’ con motivo del Día Internacional del Niño con Cáncer, fue realizada por un grupo de científicos del St. Jude Children’s Research Hospital, en Estados Unidos, y entre sus conclusiones defiende que los menores con cáncer infantil que sobreviven a su tumor envejecen biológicamente más rápido que sus coetáneos, desarrollando con los años enfermedades crónicas que en su vida aparecen mucho antes que en la vida de sus compañeros.
Así es el papel del cáncer infantil en la decadencia biológica de las células
El trabajo no solo es relevante por descubrir asociaciones entre los tratamientos contra los tumores cancerígenos y una acumulación de mutaciones adquiridas en subpoblaciones de células sanguíneas; sino porque además supone el primer estudio que investiga 39 genes relacionados con la hematopoyesis clonal, recurriendo para ello a la secuenciación profunda de una gran cohorte de supervivientes de cáncer infantil o cáncer pediátrico.
Y es que, durante el estudio, los científicos sometieron a vigilancia a 2.680 pacientes de cáncer infantil incluso años después de su diagnóstico inicial, con un seguimiento medio de 23,5 años tras la detección. Así, utilizaron datos de secuenciación profunda del St. Jude LIFE, por un lado, combinándolo con las conocidas exposiciones al tratamiento, a fin de dar con las firmas mutacionales.
¿Qué encontraron? Que la acumulación de mutaciones adquiridas antes mencionada, hallada por cierto en el grupo mejor caracterizado de supervivientes a largo plazo de cáncer pediátrico, la cual estaba representada por la cohorte del estudio St Jude LIFE, es en realidad un indicador de envejecimiento acelerado; el llamado hematopoyesis clonal.
Hablamos de un fenómeno caracterizado por la expansión de las células sanguíneas iniciada por una única célula mutada, tal y como explicaron los autores en el artículo divulgativo que difunde su ensayo. Cabe añadir, en este punto, que la hematopoyesis clonal también está asociada al envejecimiento, a la par que puede conferir un mayor riesgo de cáncer de la sangre y de muerte; algo que se capta al entender que, en la hematopoyesis clonal, los clones genéticos de la célula de origen, personificados en los descendientes de la célula mutada, están sobrerrepresentados en la sangre de una persona.
Contrario a lo que pueda parecer, la hematopoyesis clonal tiende a aparecer con más frecuencia con la edad, o eso aseguraron los autores del ensayo. Y si bien hasta ahora no estaba claro en qué medida exacta los tratamientos del cáncer infantil contribuían a despertar el efecto de este proceso en los supervivientes a largo plazo, la panorámica parece haber cambiado con la irrupción de los hallazgos de estos investigadores.
«El mayor descubrimiento del estudio fue encontrar la asociación entre el tratamiento y la presencia de hematopoyesis clonal en la cohorte LIFE del St. Jude», aclaró Jinghui Zhang, coautor del ensayo y presidente del Departamento de Biología Computacional del St. Jude, abundando que pudieron «separar los efectos del envejecimiento normal de los efectos de la terapia en la hematopoyesis clonal».
De esta manera, mientras algunas quimioterapias empujan al ADN a mutar y cambiar de una forma específica, el patrón por el que apuesta este estudio puede dejar una huella dactilar o lograr firmar ese tratamiento, según sus autores. Y a fin de asociar la hematopoyesis clonal con un conjunto específico de mutaciones surgidas a lo largo del tiempo, los científicos involucrados en el ensayo optaron por utilizar los ricos datos longitudinales de los pacientes, y desarrollar asimismo un modelo computacional que partiese de la base de los datos extraídos de secuenciación profunda, punto en el que estos últimos actuaron como una lupa que les permitió ver con mayor claridad las conexiones con la hematopoyesis clonal.
El cáncer infantil y su enfoque en la mutación celular
La siguiente fase de los investigadores consistió en caracterizar las mutaciones de todo el genoma a nivel unicelular, lo que posteriormente ayudó a identificar los cambios en el ADN asociados a la quimioterapia; hecho lo cual emplearon ensayos unicelulares para clasificar miles de células sanguíneas de múltiples pacientes del St. Jude LIFE, con el propósito de determinar qué tipo de célula sanguínea contenía una secuencia de ADN alterada. ¿Qué descubrieron con todo ello? Que la mutación se concentraba en los linfocitos T, básicamente; es decir, en una importante población de glóbulos blancos del sistema inmunitario.
«Encontramos una firma quimioterapéutica específica asociada con los supervivientes del linfoma de Hodgkin», aclaró John Easton, otro coautor del ensayo y miembro del Departamento de Biología Computacional, añadiendo a renglón siguiente que «en estos supervivientes, determinamos que la hematopoyesis clonal de células T está asociada a mutaciones en la principal proteína de señalización STAT3».
Por otra parte, este grupo de científicos también determinó en su investigación que el fármaco procarbazina, cuya administración forma parte del tratamiento habitual del linfoma de Hodgkin, consiguió generar la firma mutacional asociada al aumento de la hematopoyesis clonal entre los supervivientes de la enfermedad del cáncer infantil. Unos resultados que, a ojos de los autores, sugieren que los médicos deberían utilizar preferentemente un tratamiento alternativo y además ya disponible, que por encima de todo tenga un mejor impacto a largo plazo.
En este sentido, y desde una perspectiva más amplia, puede decirse que los resultados del trabajo revelan cuál es realmente el estado actual de la vanguardia de los estudios de investigación genómica en supervivencia.
«Los supervivientes del Hodgkin son, en muchos sentidos, la vanguardia de la investigación de los efectos tardíos de la supervivencia en el cáncer infantil», y así lo defendió Leslie L. Robison, coautora de la investigación, miembro emérito de esta y antigua presidenta del Departamento de Epidemiología y Control del Cáncer del St. Jude. Y es que, a su juicio, ellos «son el grupo que mejor podría informar de lo que deberíamos esperar ver en otras poblaciones de supervivientes».