La demencia se define como la dificultad para pensar, recordar y tomar decisiones. Un estado clínico que ha revelado estar asociado con los problemas cardiovasculares.
¿Sabía que existe una relación vinculante entre las personas con factores de riesgo cardiovascular y la demencia? O eso afirma un nuevo estudio científico recientemente publicado. ¿Qué los une y en qué consiste exactamente dicha asociación?
La rápida aparición de factores de riesgo cardiovascular se curva hacia la demencia
Así es. El nuevo estudio publicado en la revista especializada en medicina neurológica, ‘Neurology’, medio perteneciente a la Academia Americana de Neurología, apunta a que existe una relación vinculante entre la demencia y los factores de riesgo cardiovasculares.
La investigación señala, específicamente, que aquellas personas que acumulan en menos tiempo distintos factores de riesgo cardiovascular en su organismo poseen asimismo un mayor riesgo de demencia.
El trabajo sostiene, en concreto, que factores como el tabaquismo, la diabetes, la hipertensión, la obesidad y demás factores de riesgo de las patologías cardiovasculares desempeñan un papel fundamental en la probabilidad de desarrollar Alzhéimer, deterioro cognitivo y demás enfermedades vinculadas a la demencia.
El estudio apunta a que las personas que acumulan tales factores de riesgo a lo largo de cierto periodo temporal, y lo hacen a un ritmo más rápido, además, tienen mayor riesgo de acabar sufriendo una demencia vascular o una demencia generada por el Alzhéimer; esta es una exposición que resalta especialmente al compararse con esas personas cuyos factores de riesgo permanecen estables durante sus años de vida.
«Nuestro estudio sugiere que tener un riesgo acelerado de enfermedad cardiovascular, acumulando rápidamente más factores de riesgo como la presión arterial alta y la obesidad, es predictivo del riesgo de demencia», explicó al respecto Bryn Farnsworth von Cederwald, autor del estudio en cuestión y miembro de la Universidad de Umea, en Suecia. El investigador añadió, asimismo, que tal exposición arriesgada «se asocia con la aparición del deterioro de la memoria».
¿Cómo evolucionó el trabajo?
Para su realización, el ensayo recurrió a analizar a 1.244 personas cuya edad media al inicio del estudio oscilaba en torno a los 55 años, los cuales poseían habilidades de memoria y estaban sanos, cardiovascularmente hablando.
Entre las diferentes experiencias científicas a las que se sometieron los participantes cada cinco años, en un periodo máximo de 25 años, se cuentan ciertos exámenes de salud, pruebas de memoria, y la cumplimentación de varios cuestionarios versados en su propio estilo de vida.
«Las intervenciones tempranas con personas que tienen riesgos cardiovasculares acelerados podrían ser una forma eficaz de ayudar a prevenir un mayor deterioro de la memoria en el futuro», aseguró Bryn Farnsworth von, explicando así la importancia de los resultados de su trabajo.
Al hablar de riesgo de enfermedad cardiovascular se está haciendo alusión a una exposición fijada según la puntuación de riesgo de Framingham, pauta de medición que predice el riesgo de sufrir un evento cardiovascular a 10 años; para ello toma como variantes de su medición la presión arterial, el sexo, la edad, la presencia de diabetes, el IMC o índice de masa corporal e incluso si se es o no fumador.
¿Cuál fue el índice final revelado?
El total de los participantes comenzó el estudio con un riesgo medio a 10 años, de entre el 17 y el 23 por ciento. No obstante, los resultados reflejaron que, durante el proceso y periodo de investigación, el 6 por ciento de ellos, es decir, 78 personas, desarrollaron demencia por enfermedad de Alzheimer, mientras que 39 de ellos, un 3 por ciento, acabaron padeciendo una demencia por enfermedad vascular.
Es más; los investigadores descubrieron que el riesgo de enfermedad cardiovascular era una estable constancia en el 22 por ciento de los analizados, si bien con el tiempo acabó aumentando moderadamente en el 60 por ciento de los participantes, convirtiéndose en un ritmo acelerado en el 18 por ciento de las personas restantes e involucradas en el análisis.
Según determinaron los investigadores, las personas con un riesgo acelerado de enfermedad cardiovascular resultaron tener entre tres y seis veces más posibilidades de desarrollar demencia por enfermedad de Alzheimer, en comparación con las personas con un riesgo estable de enfermedad cardiovascular.
Apuntaron, de igual forma, que tal colectivo poseía entre tres y cuatro veces más riesgo de desarrollar demencia vascular. Y que tenían, por otra parte, más riesgo mayor de deterioro de la memoria en la mediana edad, tanto que se situaba hasta un 1,4 veces.
«Varios factores de riesgo eran elevados en las personas con un riesgo acelerado, lo que indica que dicha aceleración puede provenir de una acumulación de daños por una combinación de factores de riesgo a lo largo del tiempo».
Ello viene a resaltar que «es importante determinar y abordar todos los factores de riesgo de cada persona, como reducir la presión arterial alta, dejar de fumar y reducir el IMC, en lugar de limitarse a abordar los factores de riesgo individuales en un esfuerzo por prevenir o ralentizar la demencia».
La única incógnita que la investigación dejó sin respuesta fue la imposibilidad de determinar si el declive que deriva en demencia empieza específica y realmente en un riesgo acelerado de enfermedad cardiovascular.
A juicio de Farnsworth von Cederwald, no se puede descartar la contribución e influencia de otros factores en esta suma de exposiciones cardiovasculares, razón por la cual aún ahora se precisa más investigación.