El sistema sanitario español ha tenido los peores años de su vida si nos remontamos a la época covid y a las consecuencias derivadas de esa pandemia que desgraciadamente se arrastran.
Los profesionales de la salud están sobrepasados y a pandemia no ha hecho otra cosa que incrementar los problemas derivados de la frágil salud de los pacientes con covid persistente, los retrasos de las operaciones programadas, los horarios imposibles, las guardias, los cierres de centro de salud, entre otras cuestiones además de un salario bajo en proporción a su dedicación.
Los incentivos que reclama el colectivo van más allá de la cuantía económica si bien, todo está sujeto a variaciones dependiendo de la especialidad y de la región. La salud no se atiende igual en Galicia que en Soria ni en Sevilla que en Castellón, por poner un ejemplo.
Lo cierto es que el colectivo sigue con la normativa de hace tres décadas y no se puede llevar a cabo en la España actual. Más conciliación laboral, desarrollo profesional, oportunidades de crecimiento y cambio de ubicación serían algunas de las peticiones para sostener cierto equilibrio y o tener el síndrome de agotamiento que padecen.
El estrés acumulado a lo largo de estos años sumado al anterior que ya arrastraban impide que la atención se mantenga y la práctica sanitaria sea la que corresponde. A ese carro se suma el colectivo de enfermería y de los demás trabajadores del sistema sanitario español, abandonados, según refiere Florentino Pérez Raya, por el Gobierno de la nación. La pregunta está en la mesa pero sin Gobierno aún tiene difícil arreglo.