Tres años después de la pandemia hablamos con el doctor Rafael Ortega, médico de la UVI móvil del Summa en Madrid y médico adjunto de Urgencias en el Hospital Nuestra Sra. del Rosario, además de vocal de Atención Primaria en la Junta Directiva del Ilustre Colegio Oficial de Médicos de Madrid (ICOMEM).
Han pasado novecientos y pico días y en nuestra frágil memoria aún no reconocemos el ímprobo trabajo que realizaron los miembros de la comunidad médica, y con ellos, los recuerdos que les acompañan, el dolor que vivieron de cerca y la desesperanza por no poder hacer nada más por sus pacientes. Días en los que todos vimos morir a muchas personas. Usted doctor, en la primera fila, con toda la vocación posible asistió al final de muchos compatriotas que no tuvieron otra opción.
Esa ambulancia, esa llamada y ese final.
Entre el miedo y la angustia, se barajaron decisiones —acaso alguna incorrecta— porque no se sabía cuál era el abordaje preciso; ni siquiera —han confesado algunos— sabían que todos éramos presa de una enfermedad de la que hoy se sabe un poco más pero seguimos hablando de ella con respeto, de la terrible pandemia por el virus Sars-CoV2. Sumidos en la sexta ola, con más de seiscientos muertos diarios aún estamos ante el mismo escenario.
Hablamos con el doctor Rafael Ortega, uno de los valientes que estuvieron entre el horror y la muerte durante aquellos días terribles cuando irrumpió la COVID-19 en nuestras vidas.
Prensa Social: Dr. Rafael Ortega: ¿Cómo está usted después de este tiempo?
R.O.: Mucho más maduro y sereno. Con la tristeza y el recuerdo de los seres queridos que nos han dejado; con la amargura de quienes lo han pasado terriblemente mal en un confinamiento necesario, pero injusto, y orgulloso de mis compañeros y de mis pacientes.
P.S.: ¿Se puede manejar tanto dolor y un trabajo insólito como es el de una pandemia?
R.O.: Definitivamente sí. Igual que manejamos los atentados del 11M. Pero por supuesto sin perder nunca de vista el dolor y en muchas ocasiones la impotencia de no haber podido ayudar a más personas.
Los médicos ya concebimos en nuestros corazones situaciones como la que hemos vivido especialmente los médicos de urgencias, pero en esta ocasión muchos de nosotros teníamos la certeza de que podíamos ser uno más de los afectados incluso uno más de los fallecidos…
Pero sacas fuerza de flaqueza y del dolor de los demás. Si alguna vez tenemos conciencia de lo que significa la palabra humanidad, es en esta situación cuando mejor se comprende; cuando entiendes que eres uno más y que, a quién tienes al lado es más que tu hermano es….como tú mismo…
Yo era muy consciente de que tenía detrás de mí una familia que si me perdían para ellos sería un duro golpe, pero tenía muy claro también todas las personas a las que atendía se enfrentaban a lo mismo que me hubiera tenido que afrontar yo o lo hubiera tenido que confrontar mi familia. Ese sentimiento me impulsaba a estar todavía con más coraje frente a ese enemigo invisible.
P.S.: Nárrenos por favor, cómo fue un día suyo cualquiera durante la pandemia.
R.O.: Depende donde estuviera, porque lo afrontaba de una forma en el centro de salud en el SUMMA 112 o en el hospital.
Cómo sabe, en los centros de salud se cerró la asistencia convencional y se pasó a la telefónica y solamente se atendían las urgencias. Nos dividimos los médicos (que podíamos atender presencialmente) a los pacientes y los que no iban a ver pacientes de forma presencial en función de unos criterios de riesgo personal.
«YO me puse en el lado de los que íbamos a ver a pacientes de forma presencial»
Tenía criterios más que sobrados para que me retiraran a un segundo plano, pero no me lo planteé ni un solo momento.
Me vestía con el traje de protección, las gafas de aislamiento, la mascarilla, los guantes y empezaba a ver a dos pacientes que estaban en la sala de respiratorio. Intentábamos que los pacientes no necesitarán trasladarse y ser tratados en su propio domicilio pero muchos acudían al centro de salud porque estaban con problemas respiratorios graves. Y no fallaba. Al principio no disponíamos de test de antígenos y las PCR eran muy escasas y muy medidas, pero todo paciente que te contaba que tenía fiebre dificultad respiratoria en cuanto les auscultabas escuchabas perfectamente una neumonía basal bilateral. El paso siguiente era dirigirle al hospital o por sus medios o si precisaba de asistencia durante el traslado ambulancia que también llevaban las mismas precauciones que nosotros.
«CADA paciente que mandabas al hospital tenías la angustia de que a lo mejor no volvía…»
Los que no necesitaban tratamiento en el hospital los remitimos a su domicilio con medidas de aislamiento y con el tratamiento protocolizado, según el conocimiento en ese momento, porque posteriormente cambiaron bastante las cosas.
La actuación del SUMMA era similar pero íbamos nosotros directamente a los domicilios. Allí te encontrabas las dificultades con las que se encontraban muchas familias o muchas personas que estaban solas. Las consecuencias de un aislamiento prolongado en espacios muy reducidos dónde se hacinaban las personas… te encontrabas en una misma familia seis afectados, dos de ellos con neumonía severa… y te encontrabas pacientes que ya su única opción era una muerte digna…
En el hospital era devastador. Los primeros momentos de la pandemia de los once médicos que estábamos en la urgencia seis cayeron enfermos, dos de ellos muy graves. El resto tuvimos que asumir su trabajo además del nuestro.
«DOBLAMOS turnos… siempre con la incertidumbre de quién iba a ser el siguiente o si ibas a ser tú…»
No dejaban de llegar ambulancias con gente ahogándose…apenas te daba tiempo a explorar y a atender a un paciente cuando ya tenías dos más esperando en condiciones complicadas. Todo el hospital estaba dedicado a los pacientes afectados por la covid. Se habilitaron hasta los respiradores de los quirófanos. Llegó un momento en el cual no disponíamos de aparatos para poder aplicar y tuvimos que seleccionar a los pacientes que les damos soporte respiratorio y a los que no alcanzamos y solo pudimos hacer por ellos tratamiento paliativo. Y además, no pudieron ni siquiera despedirse sus familiares. Fue muy doloroso.

P.S.: ¿Qué recuerda y le resulta inolvidable?
R.O.: Tengo muchos recuerdos. Sobre todo la reflexión que hacía todos los días. Cómo el ser más poderoso de la creación había sido doblegado por el más insignificante. Durante el confinamiento el mundo estaba subyugado. El silencio y el vacío de las calles era sobrecogedor. Yo era uno de los pocos privilegiados que podía moverse relativamente libre.
Iba de mi casa al centro de salud; del centro de salud al hospital. Volvía a casa a dormir un poco; regresaba al centro de salud; entraba de guardia en el 112… la soledad… el silencio, tan solo roto por los aplausos a las 8.
El primer día que ocurrió me pilló de sorpresa. Estaba reponiendo material y medicación en la puerta del centro de salud de Collado Villalba (Madrid) cuando de repente el silencio se rompió con un murmullo cada vez más intenso y empecé a escuchar aplausos detrás de mí. Cuando me gire y alce la vista vi muchísimas personas en las ventanas y en los balcones mirándonos y aplaudiendo en silencio. A medida que íbamos avanzando por la calle totalmente vacía totalmente en silencio solo roto los aplausos y por gente en todas las ventanas en el trayecto.
Se me eriza el cabello cuando lo recuerdo porque sentí como si fuera el último guerrero que iba a luchar contra el enemigo para salvar a toda esa gente que estaba allí y que yo era la única esperanza. Creo que muy posiblemente los soldados que acuden a defender a su gente tienen una sensación muy parecida en esos momentos.
«SENTÍA el peso del deber y la emoción de saber que iba a una lucha incierta, pero sentí el calor de todas esas personas que hubieran querido estar conmigo»
Recuerdo esas familias a quién atendía en un espacio muy reducido dónde llevaban semanas metidos dentro de la casa. Dos parejas, sus hijos pequeñitos de pocos años y los abuelos en un espacio de apenas 60 metros. Nunca olvidaré la expresión de los pequeños que no entendían lo que estaba pasando pero nos ofrecían lo mejor que tenían. Su sonrisa, a pesar de la resignación de sus padres. Tampocoolvidaré cómo nos llamaban los padres de dos hermanos afectados por una enfermedad congénita devastadora de 21 y de 23 años que eran incapaces de hablar pero que tenían sus hábitos de ir a diario a un centro de día y que nos pidieron ayuda porque no dejaban de gritar, porque estaban metidos en una sala descansos metros junto con sus padres y que además, cuando sus padres los sacaban a dar un paseo había gente que les increpaba desde las ventanas.
«TENGO fresco en la memoria a esas personas que tuve que escribir les medidas de confort para que no se murieran ahogados»
P.S.: Ha salvado la vida a muchas personas y eso tiene el premio: ser médico es tan importante… ¿Lo siente así o ha llegado a tirar la toalla cuando aún hoy amanece en este panorama pandémico?
R.O.: No, la toalla nunca pensé en tirarla, ni tampoco ahora. Para mí fue un estímulo de aprendizaje. Un impulso inmenso para ayudar a quienes más lo necesitaban. Una inquietud por encontrar fórmulas y tratamientos para paliar tanto daño.
«CADA vez que conseguíamos curar alguna persona la sensación de paz interior y de tranquilidad es indescriptible. Y era como habernos ganado a nosotros mismos. Esa es la sensación que yo tenía y sigo teniendo y que percibía en mi equipo»
P.S.: Cierto es que en aquel momento coexistían la confusión, el temor, las dudas, ¿cómo actúa un médico que tiene que elegir a quién debe asistir? Siempre se habló de elegir, verbo complejo si hablamos de medicina. ¿Se eligió, usted eligió? ¿Se pudo hacer algo más?
R.O.: Extremadamente complejo. Sientes rabia, impotencia y aceptas a regañadientes la realidad. Tenemos muy en cuenta en primer lugar, la capacidad de supervivencia. Obviamente, dentro de lo que consideramos (por supuesto) fueron de los factores clínicos. Influye también el estadio de la enfermedad, las patologías previas y la calidad de vida del paciente y posteriormente sus circunstancias personales. La edad junto con las patologías asociadas previas fue un factor decisivo también.
«EN muchas ocasiones me enfadé con el destino»
P.S.: ¿Podría confesar si se hizo algo relativamente mal?
R.O.: Retrasar las medidas de protección. Subestimar el daño que se nos vino encima.
P.S.: ¿Qué aparca un médico que va en una ambulancia cuando regresa a su hogar?
R.O.: La tristeza, el desánimo, la falsa sensación de seguridad que tenemos por desconocimiento. El miedo a entregarte, el orgullo, la vanidad… lo superfluo de la vida.
P.S.: Si volviera a aquellos meses, ¿haría algo distinto? ¿Se ha arrepentido de alguna de las decisiones que tuvo que tomar?
R.O.: Creo que no. Actuamos en cada momento con lo máximo que podíamos dar de nosotros mismos. Me hubiera gustado dar más abrazos.
P.S.: ¿Está tan dividida la comunidad médica como parece? Provacunas, antivacunas… ¿Por qué?
R.O.: En absoluto. Hay casos esporádicos pero muy raros, lo que pasa es que hacen mucho ruido, pero la población médica es igual que el resto de la población. Tenemos los mismos problemas de salud y, esto incluye también la salud mental y emocional. Cuando tienes la ocasión de hablar coherentemente con alguien —y digo coherentemente— porque es parte de la salud mental, ningún médico en plenas facultades mentales puede negar la evidencia científica. Otra cosa es que le falte formación o información. Pero insisto, la coherencia implica asumir el desconocimiento y el compromiso de adquirirlo.
«ENTONCES no cabe una posición negacionista ni ANTIVACUNAS».
P.S.: ¿Quién sobrevive en esta vorágine que ni nosotros comprendemos aún?
R.O.: Los humildes, sin duda. Las personas que aprenden. Las personas que aceptan sus limitaciones y sus posibilidades. Las personas que entienden lo que somos la humanidad.
«QUIEN entiende que es alguien que da las gracias a otro»
P.S.: ¿Qué le aconseja a la población actualmente? ¿Ha cambiado su discurso?
R.O.: Que la vida es lo más preciado que tenemos. Hay que vivir cada minuto como algo irrepetible. No desperdiciemos ni una sola ocasión para ser mejores y debemos apreciar a quien tenemos cerca de nosotros.
P.S.: ¿Está cansado, harto, dígame qué siente tras estos largos años de arduo trabajo?
R.O.: En absoluto, estoy más ilusionado todavía. Solo echo en falta un poco más de tiempo para mí y para los míos. Si percibo el desgaste físico, pero disfruto lo que me ha enseñado emocionalmente mi profesión e intento transmitirlo continuamente.
P.S.: ¿Nos queda tanto como parece o es una pesadilla con final?
R.O.: Empezamos a ver el horizonte pero no hemos aprendido lo suficiente.
P.S.: Se les ha puesto contra la pared porque ésta no es una profesión que se ha pagado bien. ¿Por qué se exige tanto y se retribuye tan poco a la comunidad médica?
R.O.: Quizás porque no apreciamos lo suficiente el valor de la salud física y menos la emocional.
P.S.: No sabemos cuántos muertos hubo porque las cifras bailan y nos han engañado. Como médico ¿con qué fin cree que se hizo semejante tropelía?
R.O.: No lo entiendo bien, ¿quizás por no alarmar más de lo que ya estábamos? ¡Por riesgo de pérdida de poder político? ¿Por no asumir sus propias limitaciones?
P.S.: ¿Qué cambiaría en la Sanidad española?
R.O.: La temporalidad que sufrimos los médicos; los recursos para atención primaria; la educación sanitaria en los colegios; en la población. La importancia de la solidaridad con los más desfavorecidos; los recursos destinados a investigación —especialmente en enfermedades raras—; los recursos para el tratamiento de la salud emocional y de los enfermos mentales; la aplicación del tecnología en la humanización de los tratamientos, entre otras cuestiones.
P.S.: Cambiando de tercio, ¿qué está haciendo ahora en el ICOMEM?
R.O.: (Ríe) lo que puedo y lo que me dejan…
Bueno fuera de bromas, actualmente soy el vocal de Atención Primaria. Es decir, el representante de mis compañeros que trabajan como médicos de familia y como pediatras en la Atención Primaria en Madrid. También como médicos de urgencias extrahospitalarias y como médicos rurales. Dentro de la vocalía está la mesa de Atención Primaria, que es el segundo órgano asesor más extenso del ICOMEM después de la asamblea de compromisarios.
La componen 73 médicos escogidos los que ejercemos en la Atención Primaria pública y privada del Summa y del Samur. En la mesa de Atención Primaria hay 8 grupos de trabajo sobre la problemática y la actualidad que nos afecta a los médicos que ejercemos en el primer nivel asistencial. Coincidiendo con nuestra legislatura el papel preponderante se lo ha llevado la pandemia, pero estamos trabajando activamente en afrontar las limitaciones que ya teníamos y que se quizá se han puesto más de manifiesto. Nos toca hacer ver a nuestros gestores y a la población cómo afrontar el día a día y cómo mejorar todo lo relativo a nuestra salud en el primer nivel asistencial. El 95% de los problemas de salud se afrontan y resuelven desde aquí.
«EL primer problema al que nos encontramos es la falta de médicos. No es algo casual y si es multifactorial»
P.S.: ¿Cuál es su propósito?
R.O.: Conseguir cambiar la tendencia de precariedad actual en la Atención Primaria y en las urgencias extrahospitalarias. Cómo comentaba anteriormente, las causas son multifactoriales y pasan, entre otras, por incluir Medicina de Familia como una asignatura más en la formación de los futuros médicos; es decir, motivar a los que ejercemos actualmente en el primer nivel asistencial. Transmitir a la población la importancia de unos hábitos de vida saludables y de lo que podemos contribuir en ello los médicos de familia. Trasladar una parte de la hospitalización a los domicilios de los pacientes. Fomentar la investigación y la formación. Conseguir fórmulas para la conciliación de la vida familiar.
«HACER ver a nuestros gestores la importancia de una medicina preventiva y el papel que ejercemos en la Atención Primaria»
P.S.: La sanidad está dividida por comunidades autónomas; sigo pensando que no hay derecho que como españoles no tengamos las mismas oportunidades, usted como médico ¿qué cree que debería cambiar de inmediato?
R.O.: La igualdad de acceso independientemente de la Comunidad Autónoma en la que te encuentres, la cobertura de servicios sanitarios y prestaciones farmacéuticas.
P.S.: Estamos en un país de personas mayores ¿es asumible el tsunami de enfermedades crónicas que se nos viene encima sumado a lo que supone seguir con la covid como si fuera un hacha que va a precipitarse sobre nosotros?
R.O.: Es un hecho imparable. El envejecimiento conlleva patologías asociadas pero podemos incidir en la prevención y en la optimización de los tratamientos. Asumir lo tenemos que hacer.
P.S.: ¿Quiere añadir algún comentario para nuestros lectores?
R.O.: Seamos amables…
P.S.: ¿Qué les aconseja si son mayores, son personas con una dependencia o tienen una discapacidad?
R.O.: En primer lugar, que nunca pierdan el apoyo familiar. En segundo, si tienen que ir a una residencia sociosanitaria que valoren la calidad de las personas que allí trabajan. Que utilicen los recursos sociosanitarios de los ayuntamientos en las comunidades y si en un momento determinado necesitan de ayuda urgente que no tengan ningún reparo aunque el motivo les parezca insignificante en llamar al 112. Y por supuesto, cuando no sepan qué hacer o si tienen dudas porque estén sufriendo por algún motivo, que hablen con su médico..
«EN definitiva, estamos hechos para compartir»
Muchas gracias, doctor Ortega. Un placer, un honor y una alegría saber que existen personas como usted que velan por nuestra salud. La sanidad española es un punto y aparte pero los sanitarios son los que abanderan esa excelencia. Personas como usted, cuya vocación de servicio es incuestionable, siempre mirando por el otro, por nosotros.
Gracias en nombre de cuantos estuvieron enfermos en aquella época terrible y de todos los que hoy, mantienen un covid persistente o han sido contagiados en alguna de las seis olas. Gracias, gracias y más gracias.
¡Enhorabuena y gracias Dr. Ortega!
Gracias a usted, querido lector. Se lo trasladaremos al doctor Ortega. Gran médico y mejor persona.
Atentamente,
Ana De Luis, directora.