¿Sabía que la falta de ejercicio físico, ya sea una inactividad o el sedentarismo, aumentan el riesgo de demencia? ¿pero cómo, por qué y en cuánto grado?
La demencia es un problema global de salud; todo un gran desafío de bienestar y sanidad pública que ya han empezado a afrontar las sociedades de ahora, tanto en la repercusión personal de la gente, como en su ámbito familiar y social.
Demencia, inactividad y sedentarismo
La demencia existe y está presente en nuestro día a día. Se trata de una amenaza que hoy acumula una incidencia de 50 millones de afectados, aproximadamente, pero que va a ir a peor, o eso indican las proyecciones, las cuales apuntan a un horizonte con 152 millones de afectados para 2050. ¿Cómo y por qué?
Debido sobre todo a la persistencia de ciertos factores que incrementan el riesgo de acabar sufriendo demencia, ese estado clínico en el que la capacidad para pensar, recordar o el simple hecho de tomar decisiones por uno mismo, por ejemplo, se ve seriamente dañado, hasta el punto de interferir en la realización independiente y autónoma de las actividades cotidianas.
Así, tanto la inactividad física como la conducta sedentaria se sitúan entre los principales puestos de estos factores, aumentando en un 30 por ciento la posibilidad de sufrir demencia. Tal es la conclusión que han lanzado María S. Manzano Palomo y Carmen Terrón, neuróloga del Hospital Infanta Leonor de Madrid y coordinadora de la Unidad de Deterioro Cognitivo y Demencias del Hospital Nuestra Señora del Rosario, respectivamente.
A juicio de ambas doctoras, «el sedentarismo favorece el desarrollo de otros factores de riesgo de demencia, como la obesidad y la alteración de metabolismo lipídico y glucémico; por no hablar de su relación con una disminución de la función cognitiva a lo largo de la vida, y un mayor riesgo de demencia de cualquier etiología».
Si bien no existe ninguna terapia clínica capaz de modificar el Alzhéimer, la enfermedad que encabeza las patologías englobadas en el término médico de demencia, al menos hoy en día sí se ha podido acumular un amplio conocimiento acerca de la prevención de esta condición sanitaria, pese a que la inactividad física y la conducta sedentaria se yerguen como las más grandes e importantes papeletas que azuzan su aparición.
«Los 12 factores de riesgo modificables de demencia establecidos actualmente serían responsables de un 40% de los casos de demencia; o, dicho de otro modo, si se pusiera en marcha un plan de prevención de demencia, se podría evitar o retrasar estos casos», comentaron las expertas al respecto de su incidencia.
¿Y cuáles son las principales recomendaciones para prevenir la demencia?
En opinión de las dos facultativas, evitar la inactividad física todo lo posible es el primer paso para disminuir la exposición de sufrir este tormento en el futuro, y para llevar esto a la práctica ponen sobre la mesa tres recomendaciones básicas.
Limitar el tiempo de sedentarismo a menos de dos horas al día es una de ellas, seguido de levantarse y moverse tras 30 minutos de sedestación ininterrumpida y, cómo no, aumentar el tiempo diario de actividad física ligera a dos horas por jornada, ya sea caminando o permaneciendo de pie.
«La prevención de la demencia es una posibilidad real y un deber para la comunidad médica», afirmaron las dos facultativas. «Y más teniendo en cuenta que, al mismo tiempo, esta enfermedad genera una gran preocupación social», reflexionaron.
¿Cuál es el problema? Que «existe un gran desconocimiento sobre muchos de sus aspectos fundamentales», razón por la que ambas especialistas abogan más por poner en marcha y lo antes posible diversas estrategias de prevención de la demencia, y hacerlo de manera multimodal, además; es decir, induciendo e inculcando desde ya la conciencia e importancia de realizar cambios fundamentales en los hábitos de vida.