Englobada dentro de los vasos sanguíneos, la vasculitis incluye once tipos de patologías. Pero ¿en qué consiste exactamente este mal y cuáles son sus síntomas?
¿Sabía que en el pasado el actor Ashton Kutcher llegó a no oír, ver ni caminar? Así lo ha revelado el propio intérprete de la serie ‘Dos hombres y medio’, de 44 años, en una entrevista televisiva; un momento de su vida dominado por un tipo de vasculitis, enfermedad autoinmune donde las haya.
Y si bien el que una vez fuera Walden Schmidt en la pequeña pantalla no especificó qué vasculitis sufrió, sí comentó que se trataba de una versión rara del trastorno que le causaba síntomas graves, aclarando más tarde en su cuenta de Twitter que la padeció hace tres años, y que tardó casi uno en curarse.
¿Qué es la vasculitis?
Crónica, autoinmune y causada por el propio organismo del paciente… al menos la mayoría de las veces y siempre y cuando no haya otra causa clínica por detrás. Según esta enciclopedia médica, hablar de vasculitis es aludir a un mal de la salud que en su terminología engloba a un conjunto de enfermedades caracterizadas sobre todo por la inflamación de los vasos sanguíneos, ya sean arterias o arteriolas, venas o vénulas o capilares. Una inflamación que, por cierto, tiene como consecuencia directa una disminución o interrupción completa del flujo vascular.
Hablamos de una enfermedad dividida en hasta once tipos, según la localización de los vasos afectados, el tamaño y los distintos hallazgos histológicos detectados en la biopsia; sí, justo la técnica médica encargada de objetivar el diagnóstico que, junto con los datos clínicos, analíticos y la ayuda de las pruebas de imagen, conforman el modo ideal de identificar la dolencia.
«Vasculitis significa inflamación de la pared de los vasos sanguíneos», resume la reumatóloga y profesora de Medicina de la Universidad Positivo en Curitiba (Brasil), doctora Bruna Chu. «Y puede derivar en el estrechamiento, incluso el cierre, de los vasos sanguíneos, lo que lleva a la falta de riego en diferentes órganos».
La vasculitis puede desarrollarse a cualquier edad, prácticamente, aunque hay ciertos factores de riesgo que muchas veces inclinan la balanza. Una patología cuyo origen aún se desconoce, con la excepción de la vascultitis leucocitoclástica por hipersensibilidad, desencadenada por fármacos, o proteínas heterólogas, e incluso por infecciones víricas o bacterianas.
Se habla de vasculitis primaria cuando los vasos sanguíneos constituyen el objetivo principal de la enfermedad, mientras que en la vasculitis secundaria se hace referencia a esa vasculitis suscitada por alguna condición de salud previa.
Para Henrique Dalmolin, reumatólogo del Hospital Moriah, en São Paulo (Brasil), «puede tratarse de otra condición autoinmune, de una infección secundaria, principalmente vírica, como la hepatitis e incluso el covid-19, consecuencia de una medicación; e incluso del contacto con el levamisol, un componente de la cocaína».
¿Cuáles son los síntomas y tratamientos más frecuentes de esta enfermedad inflamatoria?
No obstante, y sea cual sea el tipo de vasculitis que se padece, sus once clasificaciones abarcan ciertos síntomas generales, como fiebre y fatiga, debilidad y cansancio, pérdida de peso y afección del estado general.
Amén de empezar a desarrollar diversas manifestaciones clínicas locales, según el órgano del que se trate, en una clara consecuencia de la disminución del flujo sanguíneo; desde dolor abdominal hasta síntomas neurológicos, pasando incluso por insuficiencia renal.
En cuanto a los tratamientos, cabe señalar que este abanico de patologías exige una individualización de cada caso llegado el momento de abarcarlos e intentar combatirlos, tal y como ocurre con la mayoría de las enfermedades en Medicina, a decir verdad.
Un tratamiento individualizado sujeto al tipo de vasculitis que se padezca, cómo no, así como al grado de afectación sistémica y a la presencia de otros factores que el paciente presente, la edad y el sufrir o no de otras enfermedades concomitantes, mismamente.
En un tratamiento general de vasculitis, sin embargo, se suele echar mano y prescripción de inmunosupresores de la talla de esteroides, a dosis medias o altas; aunque también pueden recetarse ahorradores de esteroides como metotrexato o micofenolato, azatioprina o ciclofosfamida… por mencionar unos cuantos. En los últimos años, de hecho, los médicos también están incluyendo algunas terapias biológicas para el tratamiento de estas patologías.
¿De qué modo la vasculitis afecta al paciente?
Es una inflamatoria vascular, después de todo; por lo que induce a quien lo sufre a convivir con consecuencias sintomatológicas como astenia o pérdida de peso, parestesias o pérdida de fuerza, hipertensión arterial o afectación visual, disnea por afectación pulmonar… etc. Y eso sin contar con las múltiples complicaciones que a veces suelen causar los propios fármacos, desde diabetes hasta osteoporosis, pasando por infecciones e incluso esterilidad.
Así, frente a esas vasculitis que se limitan a causar lesiones cutáneas y que, por tanto, son fáciles de tratar, otras «suelen provocar consecuencias más graves, afectan al sistema nervioso central, pulmones, riñones, ojos y aparato auditivo», en palabras de Dalmolin, quien también señaló que «cuantas más alteraciones tienes, más grave es el cuadro clínico».
Y es que la vasculitis también entraña el despertar de otras consecuencias negativas, véase la púrpura, la urticaria y las erupciones; cambios, enrojecimiento y dolor en la visión; congestión o hemorragia nasal, dolor de cabeza y malestar en las articulaciones; dificultad para respirar, orina oscura, y hasta entumecimiento, debilidad y sufrimiento en los nervios.
La doctora Chu lo tiene claro: «la respuesta al tratamiento es mejor cuando el diagnóstico es precoz, antes de que la enfermedad provoque un estrechamiento o cierre de los vasos sanguíneos».
Ashton Kutcher no es la primera figura de reconocimiento internacional en ver amenazada su carrera por una enfermedad; como ejemplo el de Bruce Willis, que tuvo que renunciar al cine por su afasia. En el caso del actor de series, sin embargo, se trató de una vasculitis grave, por lo visto, que amenazó con dejarle ciego, sordo y sin poder caminar. ¿La buena noticia, en su caso? Que se recuperó bien.
«Hace tres años tuve una forma extraña y súper rara de vasculitis, que destruyó mi visión, mi audición y mi equilibrio», admitió. «Realmente no los aprecias [los sentidos] hasta que los pierdes; hasta que piensas “no sé si podré ver de nuevo, oír de nuevo, caminar de nuevo”. Tengo suerte de estar vivo», concluyó.
Cabe decir, por último, que desde la Asociación Española de Vasculitis Sistémica (AEVASI) brindan a pacientes y familiares un tratamiento más cercano y humano, ayudando a los afectados a aprender a convivir con la papeleta de la dolencia, orientándolos para bien en diferentes ámbitos, animándoles en el seguimiento médico y de por vida que conlleva la enfermedad.