Aunque la tecnología permite que la calidad de vida mejore, su abuso puede acarrear consecuencias negativas para la salud auditiva, según alertan los expertos.

¿Sabía que una de cada diez personas en el mundo padecerá de discapacidad auditiva en 2050?

Hablamos de más de mil millones de personas de entre 12 y 35 años que actualmente se encuentran en riesgo de acabar desarrollando complicaciones en su sentido sensorial del oído, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).

La importancia de no dejar que la tecnología se nos suba a la cabeza, literalmente, yendo en detrimento de la audición y es que los datos de la entidad recogen que más del 5 por ciento de la población mundial, es decir, 430 millones de personas, viven actualmente con una pérdida de audición discapacitante; una cantidad que superará los 700 millones para mediados de siglo, por cierto, con un grado de deficiencia que va más allá de los 35 decibelios.

La OMS y otras comunidades expertas aseguran que buena parte de esta responsabilidad recae en la tecnología, dicho sea de paso, más exactamente en la prolongada exposición a la música fuerte. Por eso, y aprovechando que este 3 de marzo es el Día Internacional de la Audición, es hora de explicar el papel de la tecnología en este pronóstico a futuro; y más cuando España acumula 1.230.000 personas que padecen una discapacidad auditiva, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE).

Porque la falta de audición es una discapacidad

Una condición médica que numerosos factores de riesgo contribuyen a aumentar, ahora bien, desde enfermedades y factores congénitos y accidentes, hasta el deterioro asociado a la edad, el propio avance de la tecnología e incluso la escasa atención que se presta a los oídos.

Hablamos de un mal de audición al que no solo los jóvenes son vulnerables, por cierto, ya que puede aquejar a personas mayores y a pacientes con enfermedades crónicas. ¿El problema? Que el diagnóstico de esta disminución auditiva tiende a recibirse con retraso, postergándose hasta que ya es una condición limitante.

Dentro de este panorama entra la tecnología. ¿Su objetivo inicial? Facilitar el buen hacer de las tareas cotidianas, por supuesto; aunque en contrapartida, a veces también puede generar algunos efectos colaterales que, lejos de cumplir con la meta marcada, empeoran la situación de una persona y la conducen a una sordera, ya sea total o parcial, regalándole a otros diversos grados de problemas de audición.

Un ejemplo de lo contraproducente que puede llegar a ser la tecnología de cara a la buena preservación del sentido del oído es el abuso de las recientes innovaciones; herramientas que incrementan el riesgo de los problemas de audición, por un lado, a la par que dificulta la detección temprana y a tiempo de tales complicaciones.

Ponerse la música a tope cuando se hace ejercicio, llevar los auriculares puestos y con mucho volumen, hacer vibrar a las ventanillas del coche por el retumbar de las ondas de una canción… incluso el simple hecho de ir al cine, al teatro o a un concierto, y dejarse envolver por sus melodías recreativas y retumbantes supone una amenaza para la salud auditiva, por muy buena que esté siendo la experiencia en ese palco cultural.

  • «La pérdida de audición puede deberse a causas genéticas, enfermedades, vejez… pero también por exposición a sonidos fuertes a nivel laboral», y así lo hizo ver José Luis Cebrián, durante la presentación de la campaña contra el ruido profesional en el trabajo, evento centrado en la información de prevención y riesgos laborales, y la que acudió como uno de los técnico Superior en Prevención de Riesgos Laborales que trabaja con la mutua ‘Umivale Activa’.

Pero la tecnología, como generadora de sonidos contraproducentes, también está demasiado presente en el ruido ambiental

Y es que la música fuerte no es el único enemigo de la audición, hablando en términos de sonido, se entiende. Según el INE, buena parte de los afectados por sordera profesional en España proceden de trabajos de embutido y estampado, remachado y martillado de metales… oficios que requieren de una maquinaria muy sonora.

«Actualmente contamos con muchas herramientas que compensan la pérdida auditiva, la cual ocurre de manera lentamente progresiva en la mayoría de los casos», en palabras de Adriana Ricalde Sánchez, doctora especializada en audiología en el centro de diagnóstico médico de alta especialidad de ‘Imagenus’. «Por lo tanto, los pacientes solo acuden a consulta para un estudio audiométrico cuando la situación ya es limitante o afecta la comunicación o su trabajo».

Para esta facultativa, la incidencia de los problemas de audición entre los jóvenes va al alza, por culpa de «la alta exposición a ruidos ambientales, uso prolongado de audífonos y presencia de alteraciones metabólicas».

Para la OMS, este riesgo de pérdida de audición puede acarrear a los afectados «consecuencias devastadoras para su salud física y mental, educación y perspectivas de empleo».

Entonces, ¿cómo puede proteger mejor la salud auditiva?

Por todo esto, impera un consenso entre las voces especializadas, quienes recetan mantenerse en guardia ante las primeras señales de humo de esta deficiencia auditiva, manifestada en síntomas como dificultad para percibir sonidos agudos y/o graves, problemas para escuchar susurros y/o comprender conversaciones en sitios ruidosos, sufrir vértigo o mareos o alteraciones en el equilibrio, y tener que subir demasiado el volumen al usar un aparato electrónico; sin olvidar, cómo no, el tener que afrontar la necesidad de que a uno le tengan que repetir una frase o palabras durante una conversación.

Para Ricalde Sánchez, lo ideal en esta prevención contra la discapacidad auditiva empieza por moderar el volumen de lo que uno escucha, por supuesto; pero continúa acudiendo a un audiólogo para que realice una revisión audiológica adecuada, no importa la edad que se tenga, en una cita preventiva que aconseja cumplir una vez al año, como mínimo; y no esperar a que se presenten los primeros síntomas de la audición, y apostar en cambio por la prevención.

Después de todo, el no corregir la pérdida auditiva solo causa que los aquejados se sientan incómodas e inseguros, sobre todo al socializar, causando en muchos de ellos un aislamiento progresivo que puede acelerar otros procesos patológicos, tal y como corroboran los expertos en tantos y tantos estudios, desde el Alzhéimer y el deterioro cognitivo, hasta una mayor exposición a la tristeza y a la depresión.

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